Valentía, ignorancia y amenazas. 8 Tips para desarrollar el valor
En el ámbito de las artes marciales se suele hablar mucho del espíritu del guerrero. Un espíritu inspirado en héroes de otros tiempos que resultan ahora más anacrónicos que nunca. La valentía, como fundamento de excelencia en la interacción social, ha pasado a ser un mero reducto puntual. Un fenómeno circunscrito exclusivamente a unos pocos ámbitos de nuestro mundo, ámbitos en los que la radicalidad de algunas situaciones exige el continuo ejercicio de esta virtud (cuerpos de seguridad, emergencias, ejército, etc.).
En la formación del carácter del artista marcial, el trabajo sobre la valentía es una premisa que condiciona la práctica totalidad del operativo combativo desarrollado en el entrenamiento. Si una persona que tiene miedo al combate en la sala lo elude, será bastante complicado que avance en el desarrollo de esta virtud imprescindible para nuestros objetivos.
Al igual que cualquier otra cualidad humana, la valentía puede y debe desarrollarse. Es cierto que cada persona parte de una línea de salida diferente, es decir, no todo el mundo se introduce en la práctica de las artes marciales con un mismo potencial inmediato para el valor. Algunos acceden a este escenario de práctica con un As en la manga equivocado o falseado que desvirtúa esta premisa; me refiero a la ignorancia.
Puede resultar muy sencillo confundir estos dos términos, pero no podemos permitirnos ese lujo ya que es el polo absolutamente opuesto a los objetivos a los que apunta la práctica marcial. Sin un verdadero conocimiento de las posibles amenazas y del riesgo que conllevan, no podemos hablar de valentía.
En la filosofía de la Grecia clásica, la cualidad moral que implica la capacidad de enfrentar el miedo y el peligro de manera valiente y resuelta se denomina Andreia, que se traduce comúnmente como «valentía» o «coraje». La Andreia se consideraba una virtud importante y se valoraba tanto en la vida pública como en la privada.
Aristóteles la definió como la virtud que permite a una persona enfrentar el miedo y el peligro en el momento adecuado y sin temer a las consecuencias. En su obra «Ética a Nicómaco», describe la valentía como una virtud intermedia entre la cobardía y la temeridad; la disposición a enfrentar el miedo a los peligros (incluida la muerte) y que implica un equilibrio entre la razón y las emociones, uno de nuestros potenciales objetivos habituales de práctica.
La persona valiente no es impulsiva ni imprudente, sino que actúa con valentía después de haber considerado cuidadosamente las circunstancias.
En un ámbito filosófico más alejado de nuestro contexto cultural, pero muy cercano a las tradiciones de nuestro legado, observamos valoraciones del mismo calado. En la filosofía de Confucio, el término utilizado para describir la valentía es yǒng (勇), que se traduce comúnmente como «valentía» o «coraje». Según Confucio, yǒng es una virtud esencial para cualquier persona que desee ser un líder o un modelo para seguir en la sociedad. Implica la capacidad de enfrentar los obstáculos y las dificultades con determinación y coraje, y de hacer lo correcto incluso en situaciones peligrosas o arriesgadas.
Para él, la valentía no solo se trata de enfrentar peligros físicos, sino también de ser valiente en la defensa de la justicia y la verdad, y en la confrontación de la corrupción y la inmoralidad; mantenerse fiel a los valores morales incluso en la cara de la oposición o la adversidad.
Pero ¿Cómo se puede entrenar el valor cuando nuestra sociedad, nuestra educación y nuestro contexto, entre otros factores propios del siglo XXI, nos empujan desde pequeños a querer eludir todo aquello que nos resulta conscientemente amenazante?
Aristóteles la definió como la virtud que permite a una persona enfrentar el miedo y el peligro en el momento adecuado y sin temer a las consecuencias.
Aunque el modelo marcial tradicional insistía en la exposición contundente a los elementos que ponen en entredicho nuestra valentía, un enfoque inteligente del proceso tendría que partir de unas premisas bien definidas, con ciertas garantías y evidencias de funcionamiento. Esto exige, como en cualquier otra área de la práctica, un enfoque gradual y consciente.
Aunque existen muchas estrategias para incrementar el valor en el marco del entrenamiento marcial, los pilares en los que nos basamos en nuestra escuela para el desarrollo del valor están estructurado en una serie de 8 bloques que fomentamos o desarrollamos a través de diferentes propuestas situacionales o de diferentes estrategias pedagógicas. Estos son:
Autoconocimiento: Ayudar a identificar y comprender los miedos y debilidades que nos afectan, así como las fortalezas y potenciales habilidades con las que contamos para enfrentarnos a ellos. Sin un gran esfuerzo de sinceridad para comprender dónde esta la merma, no podemos establecer una ruta progresiva enfocada a su superación.
Establecer metas: En la práctica habitual, es importante definir objetivos específicos y realistas que propicien salir de la zona de confort y enfrentar los miedos. Debemos asumir que la práctica en la sala es un entorno muchísimo más seguro que la calle y que podemos explorar estos objetivos y su ruta de desarrollo sin sufrir grandes riesgos.
Exposición gradual: Una vez identificados y comprendidos los miedos que más nos condicionan, debemos exponernos a ellos de manera progresiva. Comenzar con situaciones menos intimidantes y, a medida que se gana confianza, ir aumentando su dificultad y complejidad. Debemos construir una plataforma de valor sobre otra previa. Cuando se supera un apartado, es el momento de incrementar la carga de desafío, asumiendo que será un proceso que implica crudeza y esfuerzo, pero que se puede superar tal y como ocurrió con su predecesor. Tras cada sesión aumentará la autoestima del practicante y mejorará el concepto que tienes de sí mismo.
Practicar la resiliencia: Es fundamental aprender a lidiar con el fracaso y a superar obstáculos. En nuestro ámbito, esta práctica consistirá en interpretar la sensación de déficit como un pre objetivo que superar. Una mentalidad de proceso ayuda a restar energía mental al temor. En muchos casos, se habla de resiliencia sin una clara comprensión de lo que esto significa. La base de la resiliencia es la capacidad de reinterpretar de forma constructiva los sucesos negativos que van apareciendo por el camino, no como obstáculos limitante,s sino como retos que podemos superar a través de la insistencia constante e inteligente.
Desarrollo de otras habilidades: Es necesario mostrar técnicas de relajación, manejo del estrés y resolución de problemas para manejar situaciones difíciles con mayor eficacia. Mejorar la técnica marcial y la sensación de capacidad física para afrontar los retos que van apareciendo. Es preciso sentir cuál es la mejor habilidad realmente disponible y desarróllala aún más para generar el sentimiento de ser excepcional en algunas partes del proceso global.
El apoyo del grupo: El practicante debe estudiar a personas que le inspiren en este sentido. Compartir inquietudes y perspectivas con personas que le apoyen y que comprendan sus esfuerzos por desarrollar el valor. Las personas que están a su alrededor pueden ser un motor de motivación o una carga de auto descrédito. Es fundamental elegir bien a quién nos abrimos, con quién compartimos el proceso y cómo interactuamos con ellos desde el equilibrio que merecen y desde el que nosotros esperamos recibir.
Asumir riesgos controlados: Es preciso tomar decisiones arriesgadas pero calculadas. Esto nos ayudará a familiarizarnos con la incertidumbre y a desarrollar la valentía necesaria para enfrentarla. No basta con salir de la zona de confort, hay que entrar en la zona de intensidad; el espacio en el que hay certidumbre de que encontraremos alguna cantidad de aquello que tememos. Es preciso hacerlo siempre con control y con la ayuda de un maestro real que guíe y ayude en el proceso sin lastimar.
Mantener una actitud positiva: Podemos cultivar un enfoque optimista enfocado en las capacidades en lugar de las limitaciones. La actitud positiva ayuda a enfrentar situaciones difíciles con mayor confianza y valentía. Es importante finalizar el día viéndonos como alguien valeroso que ha actuado con determinación, confianza, ética y compromiso. Necesitamos vernos a nosotros mismos así para que nuestra mente desarrolle el proceso de identificación con esa persona que visualizamos antes de dormir. La noche hace magia en este sentido.
Aunque el desarrollo de la valentía es un proceso continuo, que requiere práctica, inteligencia y perseverancia, la actitud de aprendizaje y comprensión de todo el proceso y experiencias que vivamos será, sin duda, el gran eslabón de referencia de toda esta cadena de procesos que necesitan relacionarse e integrarse en la mente y en el corazón del artista marcial .
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