Ting Jing. Agudizando la percepción.
«El rígido procedimiento para acercarse al sonido del silencio
nace entre las nubes de la serenidad del espíritu.
Una mente y un alma en calma son hermanos del silencio.
Sin más sonido que lo puro, sin más percepción momentánea
que el ruido del contacto entre lo interior y lo exterior,
en la frontera real de lo que somos y lo que nos convierte.
La escucha depende de la pura percepción de esa franja sinuosa,
de sus oleadas de espasmos vinculados a este roce del destino,
percibido como el aliento después de expeler nuestro más profundo fuego».
Cualquier experiencia humana comienza con lo que percibimos a nivel sensitivo. Interpretamos y evolucionamos la información que nos proporciona nuestro sistema nervioso a partir de imágenes, sonidos, sabores, tactos y olores. Cómo interpretamos lo que vemos o lo que oímos depende en gran medida de la claridad con la que nuestros ojos u oídos realizan su función.
Cualquier deficiencia en el órgano implica indefectiblemente una deficiencia en la calidad de la información y, por lo tanto, todo nuestro posterior proceso de comprensión y almacenamiento informativo resultará deficitario.
También, la agudeza de nuestra percepción, el grado de refinamiento que podemos conseguir por adaptación o por adiestramiento, nos permiten una percepción mucho más sutil de estos elementos. Un ojo bien entrenado podrá dar más de sí que uno cuya funcionalidad se limite al habitual discurrir vital. Un oído cultivado podrá permitirnos acercarnos a rangos de escucha superiores a la media. Pese a cualquier acento que realicemos sobre las capacidades físicas, estamos siempre supeditados en gran medida a nuestra herencia genética.
En el Tjq es preciso un proceso de fusión armónica entre todos estos elementos para generar una percepción unificada de cada instante, de cada momento que discurre y que nos afecta. Los detalles quedan relegados a un segundo plano, prevaleciendo su forma de interpretar relacionalmente el momento, el instante concreto. A esta percepción unificada se le debe unir otra, de carácter mucho más sutil aún, que se corresponde con la capacidad de sentir el movimiento de la energía, los vaivenes sutiles que emanan y que proyectan direcciones e intensidades dentro y fuera de nuestra propia estructura.
El poder de sentir, o Ting Jin, parte fundamentalmente de dos líneas de generación. Una hacia el interior de nuestra estructura y otra hacia el exterior. No nos referimos a las direcciones aferentes o eferentes de nuestro sistema nervioso, nos referimos a la interiorización de nuestro propio movimiento energético para acceder a la percepción clara del movimiento interior de la persona con la que entramos en contacto.
es preciso un proceso de fusión armónica entre todos estos elementos para generar una percepción unificada de cada instante
Esta capacidad se desarrolla siguiendo unas pautas progresivas de percepción que van desde percibirla, sentir su dinamismo, cómo emana puntualmente en un segmento concreto de nosotros y cómo se acentúa particularmente cuando recibimos un tipo de contacto físico determinado. Estas estructuras de contacto externas tienen la capacidad de interferir el natural flujo equilibrado de nuestro discurrir energético.
Esta influencia modificadora está ligada a intenciones, a imágenes, a sensaciones táctiles, a proximidad, a intensidad y, sobre todo, a este paquete unificado de sensaciones que desembocan en una única experiencia perceptiva.
Cuando hablamos de Ting Jing nos estamos refiriendo a todo un proceso. Un proceso en el que también podemos vernos interferidos de forma interna, es decir, por culpa de la emergencia de nuestra propia intención ante el contacto. Nuestra intención, o nuestra decisión racional de intentar percibir, no debe interferir en la información que está fluyendo hacia nuestro centro de reconocimiento.
La escucha no sólo constata esta influencia energética que afecta al equilibrio físico de nuestra estructura y al equilibrio central de nuestra mente. Debe enmarcarse en uno de los muchos registros de que disponemos, fruto del entrenamiento, para anticipar la lógica que afectará como patrón dinámico al momento de reacción al que nos vemos enfrentados.
Esta capacidad se desarrolla siguiendo unas pautas progresivas de percepción
Cualquier variación o fluctuación entre el yin y el yang que se produzca en un momento concreto plenamente reconocido debería ser percibida de inmediato. Al hacerlo, la escucha posibilita la aparición de otra serie de capacidades encuadradas en el ámbito técnico de este arte marcial de las que hablaremos en sucesivos artículos.
Tratamos pues de entender una forma de percepción táctil que depende de varios factores de tipo interno y externo. Por una parte, de una anticipación cognitiva que nos predisponga a dejar fluir la información antes de establecer respuestas cuando el mensaje aún no se ha completado; por otra, de la relación directa de esas sensaciones con nuestro propio registro de supuestos, factores adquiridos de forma repetitiva en nuestro entrenamiento diario.
Esta escucha puede y debe ser desarrollada en un ámbito y condiciones óptimas para que el Jing que representa sea una realidad efectiva al servicio del arte marcial en su conjunto. Existe pues un protocolo de intervención, un orden jerárquico de aparición, dependencia e interacción de las diferentes potencias que nos permiten integrar la técnica más apropiada al instante concreto en el que la necesitamos. De todo este orden, la escucha (Ting) es el primer elemento que puede surgir de un estado de relajación óptimo como nos propone el Song Jing ya comentado en este Blog.
Para desarrollar Ting Jing tenemos que comprender qué elementos favorecen su natural aparición y, sobre todo, qué nos proporciona un asentamiento de la actitud que nos permite disponer de esta habilidad, independientemente del caos propio del conflicto en el que nos veamos envueltos. Para ello debemos entrenar y desarrollar la capacidad de movernos con suavidad. El mínimo de fuerza implicada en el movimiento permite que una parte de nuestra percepción sea más operativa por la menor solicitud de nuestro sistema nervioso.
Cuando hablamos de Ting Jing nos estamos refiriendo a todo un proceso. Un proceso en el que también podemos vernos interferidos de forma interna
La dificultad extrema del Tjq como arte marcial es conseguir que, en un entorno proclive a la tensión muscular y nerviosa, consigamos adaptar nuestras reacciones para que no alteren la suavidad de nuestro movimiento, ni tense sobremanera las estructuras de contacto.
En el momento en que entramos en contacto con otra persona, la primera comunicación es vital para una interpretación correcta de las intenciones. No percibimos lo mismo en un amigable apretón de manos que en un intento de luxación, no tenemos las mismas reacciones ante una caricia que ante un empuje que nos invite a apartarnos. En definitiva, las circunstancias en las que se produce el contacto llevan implícita una parte importante del input que definirá el resto de acciones exponenciales.
Por estos motivos, resulta imprescindible garantizar la relajación de las zonas de contacto y la conexión completa de toda la estructura de recepción para conectar en escucha efectiva con la otra persona. Se establece en este momento un diálogo de emisión y de recepción en el que debemos optar por un silencio voluntario para que nada escape a nuestra escucha ni que esta se vea interferida.
Este punto resulta muy importante recalcarlo. No hablamos para poder oír y, de igual forma, no emitimos para poder percibir lo que nos llega del contrario. Esta actitud de espera, de agudización voluntaria de todos los elementos de escucha interconectados entre sí y dependientes de registros de acciones memorizados, nos permiten sentir lo que nos llega, cómo nos llega y cómo nos está afectando milésima a milésima de segundo.
Para adiestrar nuestra escucha interior debemos centrarnos en el trabajo de Qi Gong que contienen las formas, único procedimiento que nos permitirá, tras mucha insistencia, comenzar a tener una comunicación o información sobre la dinámica energética propia en el ámbito técnico del Tjq. El traslado de estas sensaciones al contexto del Tuishou, manteniendo los parámetros de relajación, conciencia respiratoria, enlace de los elementos yang y yin de nuestro cuerpo y de la situación, nos permitirán comenzar el adiestramiento de esta potencia imprescindible para aplicar el arsenal técnico y estratégico del estilo.
la escucha posibilita la aparición de otra serie de capacidades encuadradas en el ámbito técnico
Para ello debemos renunciar a tendencias muy asentadas como las de vencer, imponer o dirigir, a favor de las tendencias que pretendemos acentuar en nuestra conducta motriz. La inversión en pérdidas que supone este enfoque del entrenamiento puede restarnos credibilidad sobre la eficacia del sistema; puede poner en entredicho la posibilidad futura de que de esa «frustrante muestra de incapacidad» pueda surgir algo positivo. Sin embargo, la eficacia del método nos llega ya corroborada por las capacidades de los grandes maestros que nos muestran el resultado de esa dirección de práctica.
La escucha es una realidad innegable como puede atestiguar cualquier persona que haya realizado ejercicios de empuje de manos con un gran maestro. El desenlace siempre es el dominio absoluto de cualquier intención de movimiento, la localización inmediata de nuestro centro y la reconducción casi natural de todo nuestro empuje en nuestro propio menoscabo.
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