Sintetizar no es simplificar
«Este prólogo llega tarde, aunque no demasiado tarde; ¿Qué más da, a fin de cuentas, cinco años que seis? Un libro y un problema como éstos no tienen prisa; además, tanto mi libro como yo somos amigos de la lentitud. No en vano he sido filólogo, y tal vez lo siga siendo. La palabra «filólogo» designa a quien domina tanto el arte de leer con lentitud que acaba escribiendo también con lentitud.
No escribir más que lo que pueda desesperar a quienes se apresuran, es algo a lo que no sólo me he acostumbrado, sino que me gusta, por un placer quizá no exento de malicia. La filología es un arte respetable, que exige a quienes la admiran que se mantengan al margen, que se tomen tiempo, que se vuelvan silenciosos y pausados; un arte de orfebrería, una pericia propia de un orfebre de la palabra, un arte que exige un trabajo sutil y delicado, en el que no se consigue nada si no se actúa con lentitud. Por esto precisamente resulta hoy más necesaria que nunca; precisamente por esto nos seduce y encanta en esta época nuestra de trabajo, esto es, de precipitación, que se consume con una prisa indecorosa por acabar pronto todo lo que emprende, incluyendo el leer un libro, ya sea antiguo o moderno.
El arte al que me estoy refiriendo no logra acabar fácilmente nada; enseña a leer bien, es decir, despacio, profundizando, movidos por intenciones profundas, con los sentidos bien abiertos, con unos ojos y unos dedos delicados. Pacientes amigos míos, este libro no aspira a otra cosa que a tener lectores y filólogos perfectos. ¡Aprended, pues, a leerme bien!»
Alta Engadina, otoño de 1886
Friedrich Nietzsche
Sintetizar es juntar dos o más elementos para crear un conjunto nuevo. La etimología de sintetizar deriva del griego synthetizesthai. Esta palabra está compuesta del prefijo sym que significa unir o en conjunción, thesis que indica una postura o posición e idzein que se refiere al acto de transformar o convertir. Podríamos decir que sintetizar es el resultado que obtenemos al mezclar diferentes factores para obtener un elemento concreto que reúna una multitud de significados perfectamente compatibles.
En el ámbito de las letras, sintetizar es una forma de reorganizar varios textos para concentrar las ideas o conceptos más significativos. El proceso para llegar a esta síntesis se establece en diferentes fases que, partiendo de la reflexión, pretenden interpretar, desarrollar y fundamentar un conjunto de ideas de forma unificada que, por sí mismas, presentan cierto grado de subjetividad individual.
Una síntesis no es un resumen de contenidos, dado que incluye la acción «interpretativa», que nos mostrará un significado más preciso del conjunto de ideas que pretendemos aglutinar.
Cuando hablamos de simplificación en los sistemas marciales no estamos incurriendo en ningún error, quizá todo lo contrario. Simplificar no es sinónimo de sintetizar. La simplificación que observamos en estilos modernos sobre bases tradicionales es, precisamente, eso, reducir la complejidad de la propuesta para que sea más digerible aunque contenga menos nutrientes o, en el peor de los casos, ninguno.
A veces confundimos esta Abbreviatio de la complejidad (simplificar) como una manera de síntesis que facilita al profano un acceso más corto al núcleo de la materia marcial estudiada. Nada más lejos de la realidad. El que pretende asumir que la practica marcial es simple, parte de un principio completamente equivocado. La urgencia permanente de todo en nuestra sociedad actual, la falta de paciencia, de carencia de lentitud madurativa en las construcciones holísticas, entre otros, son uno de los principales motivos que nos llevan a este tipo de precipitadas decadencias.
Si he comenzado esta entrada haciendo tanto hincapié sobre la etimología de la palabra síntesis es precisamente por esto. No debemos, ni podemos, confundir significados tan importantes cuando queremos ser justos en nuestro análisis, tanto para la crítica que corresponde a una visión simplificada de la práctica, como para entender la profundidad holística de los sistemas tradicionales, sistemas que sintetizan principios fundamentales para expresarlos a nivel técnico con poco o ningún margen para la simplificación.
Las artes marciales tradicionales están sometidas a principios filosóficos nucleares. Del mismo modo que hablamos del Shisan Shi en el Taijiquan, de Jian Fa Shisan Shi en el Jianshu, de Bazi Ge en el Xingyiquan o de Sahp Yih Ji Kiu en Hung Gar Kuen, tenemos que comprender cómo se articula la matriz profunda del arte en base a estos principios desarrollados desde los Jibengong de cada estilo.
Cuando revisamos cualquier técnica de cualquier estilo de los denominados «simplificados», observamos de qué forma se han excluido estos principios de práctica en sus Daolu o en las diferentes interpretaciones de estas formas. Los principios nucleares del arte son síntesis de muchos parámetros diferentes que no admiten simplificación. No podemos simplificar nuestro ADN celular sin sufrir alteraciones vitales al hacerlo.
No quiero decir con esto que tengamos que enfocar la práctica a la mera funcionalidad combativa de sus técnicas, muchas personas no están en absoluto interesadas en alcanzar estos objetivos. Pero no podemos excluir de la ecuación estos elementos fundamentales que dan sentido intrínseco al arte y a todas sus dimensiones de expresión, al margen de cuáles sean nuestros objetivos finales de uso.
El vínculo entre estos principios fundamentales y la «filosofía del desarrollo» (modelos de entrenamiento) para evolucionar estos principios dependen por completo de un concepto clave de la práctica: los Jibengong.
Muchos trabajos modernos se centran exclusivamente en la práctica de Daolu para el ámbito del Danlian (práctica individual). También, en los modelos de interacción combativa se suele poner el acento en modelos de Duilian codificados, o en sistemas de combate directo reglamentado (Sanda), que excluyen estructuras complejas de entrenamiento bajo la premisa de que las estructuras de acción extremadamente complejas son difícilmente aplicables en una situación real inmediata.
Esta idea, aunque en una reflexión superficial no deja de tener una cierta parte de razón, nace de un análisis comparativo realmente equivocado. Debemos distinguir siempre los «modelos aplicativos directos» de los «sistemas complejos para el desarrollo de habilidades combativas», estos últimos señalados siempre por los grandes maestros como la clave para entender y desarrollar los pilares fundamentales de cualquier sistema marcial tradicional.
La finalidad de estos Jibengong es, precisamente, alcanzar el nivel de síntesis técnica y dinámica contenida en los principios fundamentales del arte. Un segundo objetivo será transferir y aplicar el resultado de estos trabajos a acciones directas y simples contenidas dentro de la propia complejidad de los ejercicios abordados durante el entrenamiento. Ir del círculo grande al círculo pequeño no siempre es una metáfora del desarrollo, también implica una imagen que nos muestra un proceso alquímico de concentración de elementos para fijarlos de forma esencial en una única acción extremadamente oportuna.
Hacer valoraciones de aplicabilidad sobre modelos de trabajo diseñados con otros fines, tan complejos, es una vez más una injusta simplificación, fruto de la ignorancia o de la prisa, que no ayuda en absoluto a esclarecer el diseño de muchos estilos tradicionales y a preservar un legado que, insisto mucho en esto, no es de nuestra propiedad.
Además, debemos descartar la fantasía y el folclore que se impone en muchos estilos como justificación a sus propias estructuras estrambóticas, robando sentido a la práctica y menoscabando el principio fundamental de funcionalidad final que debe esconder cualquier movimiento contenido dentro del marco técnico del entrenamiento.
Esto posiciona jerárquicamente por encima al «modelo de entrenamiento» que utilizamos de la simple práctica, basada en la apariencia externa e inmediata de los contenidos técnicos y dinámicos que aparecen en las formas. Estos contenidos «comerciales», reproducibles por cualquier persona no iniciada, están al alcance de cualquiera. Se pueden adquirir en vídeo o en cursos masivos destinados a llenar la cantina de imágenes inconexas pero atractivas. Quizá esta tendencia se corresponda con una visión limitada de lo que significa el conocimiento, una visión basada en la cantidad y no en la calidad derivada de lo profundo.
Los antiguos maestros eran muy conscientes de esto y reservaban la transmisión de los «modelos de desarrollo» exclusivamente aquellos alumnos que ofrecían garantías para desarrollar y aportar nuevos elementos a la compleja estructura heredada. La complejidad de un entrenamiento bien desarrollado comienza por comprender la profundidad de los principios fundamentales del arte y su extrapolación técnica en el ámbito de los Jibengong vinculados a la técnica.
Desde esta perspectiva, contemplamos los modelos técnicos del arte como un sublime pretexto, o escaparate de intenciones, que pretende mostrarnos esquemas dinámicos en los que poder aplicar y experimentar los principios ocultos, la raíz real de la práctica.
La técnica no puede ser analizada en estos términos deconstructivos porque, como marca su propia identidad, forma parte de un todo unificado que no puede analizarse por separado. Todo en el entrenamiento guarda relación interdependiente entre lo funcional, lo simbólico, lo estético, lo dinámico, lo estructural, lo filosófico, lo estratégico, los transformador, lo bioenergético, lo cognitivo, lo emocional y, en último término, lo combativo con todo lo que ello implica.
Para entender con claridad los principios fundamentales del arte debemos abordar un estudio y práctica constante y profundo de los Jibengong.
En la próxima entrada nos centraremos un poco más en detalle sobre este concepto; una de las claves en el diseño de los modelos de entrenamiento y, quizá, el constructo sutil más importante en la materialización progresiva de estos principios sintéticos, no simples, del arte.
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