Refuerzo y motivación en el aprendizaje marcial infantil
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Aunque hemos hablado antes sobre nuestra metodología Kung Fu Play, hoy queremos explicar cómo y por qué aplicamos ciertas estrategias de refuerzo motivacional en esta etapa crucial del desarrollo infantil (5 a 7 años).
Las artes marciales son disciplinas artísticas y psicofísicas, sistemas en los que el desarrollo físico, la educación en valores, la disciplina, el autoconocimiento y el desarrollo personal equilibrado se plantean como objetivos fundamentales para la formación de un individuo sano en los ámbitos físico, psíquico y espiritual.
Aunque es cierto que las edades más tempranas del desarrollo no permiten intervenciones específicas, o directas, en todos estos ámbitos, son el espacio pedagógico perfecto para sentar las bases que nos permitan hacerlo con equilibrio y éxito en las subsiguientes etapas. Todos nuestros objetivos como escuela están relacionados, de forma holística e interdependiente, con las peculiares características de cada etapa y con la finalidad formativa final del arte marcial.
Conjugar todo esto con una visión clara de lo que es la marcialidad, la violencia y sus consecuencias, la necesidad de responsabilidad personal intransferible y el control que requiere un poder combativo como el que se adquiere con el entrenamiento, insistimos siempre en esto último, conlleva una gran responsabilidad; es un compromiso que debemos afrontar desde muchas perspectivas diferentes los practicantes, los docentes y las familias que apoyan todo el proceso.
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Cuando un niño entra a clase, trae consigo un mundo de energía, curiosidad, ideas y emociones. Nuestro objetivo es canalizar esa energía hacia un desarrollo interior saludable. A esta edad, los pequeños no solo están explorando sus capacidades físicas, sino también comenzando a construir las bases de su identidad emocional y social. Y es que en lo social los niños no solo entrenan; conviven. Aprenden a respetar turnos, a escuchar, a trabajar en equipo y a apoyar a sus compañeros. Este sentido de pertenencia, de ser parte de algo más grande, nutre su desarrollo social de una forma muy significativa para ellos.
Todos nuestros objetivos como escuela están relacionados, de forma holística e interdependiente, con las peculiares características de cada etapa y con la finalidad formativa final del arte marcial.
El trabajo físico será la constante en la que todo este proceso social se desarrolle en la dinámica de las sesiones. En estas etapas, la motricidad gruesa –esa capacidad de correr, saltar y mantener el equilibrio– se encuentra en plena ebullición. Nuestro programa permite que estas habilidades se afiancen mediante juegos y ejercicios que, aunque disfrazados de aventuras y desafíos, son cuidadosamente diseñados para mejorar la coordinación, la agilidad y la fuerza básica.
Por otro lado, aspectos como la lateralidad, esa capacidad de utilizar ambos lados del cuerpo de manera coordinada, también forman parte importante de lo que buscamos desarrollar con múltiples juegos programados para ello a lo largo del curso. Un gran esfuerzo que unas veces hacen con gusto y otras con algún aliciente propuesto que permita revertir los sentimientos que puedan tener de dificultad o incapacidad frente a la tarea. En esta etapa, los niños también necesitan seguridad, sentimiento que en muchos casos le llega desde la sensación de logro tras aprender un nuevo movimiento o, precisamente, de superar estos pequeños retos. La confianza en sí mismos se forja así, paso a paso, objetivo tras objetivo, sensación tras sensación.
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Las artes marciales les enseñan que el esfuerzo inteligente trae recompensas, y en un contexto social donde la comodidad y lo gratuito parece reinar, esta lección es de un valor incalculable. Toda la práctica marcial tiene que ver con desarrollar la capacidad de esforzarse con inteligencia por alcanzar lo que uno quiere, y de hacerlo utilizando las capacidades propias o desarrollando las necesarias para lograrlo.
La frustración de no lograr un movimiento a la primera, el nerviosismo de enfrentarse a un nuevo desafío, o la alegría de ser reconocido por un esfuerzo bien hecho, son emociones que los niños experimentan y aprenden a canalizar gracias a una correcta gestión de la sesión por parte del profesor, que debe administrar con pericia los contenidos temáticos y técnicos así como los recursos utilizados para lograr este nivel de atención, de desempeño y de desarrollo.
Nuestro programa permite que estas habilidades se afiancen mediante juegos y ejercicios que, aunque disfrazados de aventuras y desafíos, son cuidadosamente diseñados para mejorar la coordinación, la agilidad y la fuerza básica.
Como decía antes, uno de nuestros desafíos es mantener la atención de los niños, enseñándoles a concentrarse y seguir instrucciones. Para ello, utilizamos recursos motivacionales que no son meros premios, sino logros que reflejan su esfuerzo. Algunos de estos recursos de refuerzo motivacional pueden ser tan simples como un choque de manos, o también la entrega de un fajín de color o de un pequeño cuaderno de dibujo. Logros que se ganan mediante tareas cumplidas, conductas coherentes o tendencias constructivas para su desarrollo personal y para mejora del grupo; siempre con el objetivo fundamental de promover su motivación intrínseca y su deseo de superación.
El reconocimiento del logro en nuestras clases no es en ningún caso un acto arbitrario ni unilateral. Es un proceso social guiado, donde los propios compañeros analizan quién ha destacado de forma positiva durante la sesión y le conceden sus votos como máximo exponente del logro de los objetivos marciales que se fijan en el grupo. Al final de cada clase, mientras los niños estiran y reflexionan, el profesor aprovecha este procedimiento para plantear preguntas que invitan a la observación y al pensamiento crítico, cubriendo un nuevo espectro de acción en el desarrollo personal de todos los participantes. Algunas de estas cuestiones son:
¿En qué momento has detectado que este compañero estaba ayudando al grupo?
¿Por qué consideras que debemos valorar esa actitud como positiva?
¿Crees que ha cumplido los objetivos mejor que tú?
¿Por qué crees que se merece el objetivo esta persona y no otra?
¿Qué crees que te ha faltado a ti para poder conseguirlo?
¿Qué puedes hacer para que de lo aprendido hoy puedas optar por lograrlo en la próxima sesión?
Estas preguntas no solo sirven para elegir al compañero que recibirá el reconocimiento del día, sino que enseñan a cada niño a reflexionar sobre su propio desempeño, a valorar el esfuerzo ajeno y a comprender que cada oportunidad es un aprendizaje. Este proceso, lejos de generar frustración, fomenta la paciencia y la autocrítica constructiva, enseñando que los logros verdaderos requieren tiempo, dedicación y coherencia y nunca son gratuitos.
Toda la práctica marcial tiene que ver con desarrollar la capacidad de esforzarse con inteligencia por alcanzar lo que uno quiere,
Dado que este tipo de procesos confluyen en una o dos personas de la sesión, según se plantee al comienzo de la misma, los efectos colaterales de no haber alcanzado la cima conllevan ciertas exigencias de trabajo interior para el resto de alumnos. En nuestra sociedad de la gratificación inmediata, esta acción de posponer la gratificación intenta contrarrestar las nefastas consecuencias de no prestar atención a un tema tan importante para su desarrollo cognitivo y conductual .
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En cualquier caso, los recursos que utilizamos para motivar a nuestros alumnos son, en realidad, un permanente proceso de traslado de lo extrínseco y puntual del método hasta lograr una verdadera motivación intrínseca por la práctica. Una motivación que nacerá, en posteriores etapas del desarrollo, como fruto de la comprensión del arte, de los avances personales que se han conseguido gracias a la práctica y de los sentimientos gratificantes reales que obtenemos al percibir nuestras mejoras físicas, mentales y emocionales a lo largo del tiempo.
utilizamos recursos motivacionales que no son meros premios, sino logros que reflejan su esfuerzo.
En ningún caso resultará preceptivo saltarse la configuración de principios del refuerzo que buscamos: el logro debe estar ligado a los motivos previstos. Para que el refuerzo funcione debe cumplir el principio de contingencia, debe aplicarse de forma consistente, sin fisuras, debe tener una magnitud proporcional a las exigencias planteadas y, sobre todo, debe entender las características individuales para tenerlas en cuenta a la hora de acceder o negar la posibilidad de que el proceso quede determinado.
Aunque a veces resulta complicado asumir determinadas consecuencias temporales del proceso, jamás debemos reforzar actitudes, tendencias o planteamientos que conlleven una desviación germinal del camino de equilibrio que plantean nuestras prácticas. En ese sentido, es preciso que la familia y el profesor establezcan una estrategia para solventar los problemas que impiden la obtención del logro que se pretende, nunca saltándose los requisitos para ello, lo que resultaría un tipo de refuerzo inapropiado que comprometería toda la base del proceso para todo el grupo y una clara dejación de responsabilidades frente a alguien que depende de que todos los implicados hagamos bien nuestras tareas.
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