¿Qué valen 24 medallas en un europeo de la Ewuf?
En el mes de noviembre hemos asistido a un hecho sin precedentes en el ámbito deportivo de la práctica marcial china en nuestro país. Un equipo de la CEWK ha participado en el Campeonato de Europa de Wushu Kung Fu organizado por la Ewuf en Grecia y ha obtenido 24 medallas en diferentes categorías de competición.
Este logro deportivo no se ha conseguido nunca en nuestro país. Sin embargo, nos sorprende ver que el impacto mediático a nivel nacional ha sido mínimo, cuando no inexistente; tampoco ha resonado apenas en el marco global del colectivo del Wushu en España y creo que estos dos hechos, más o menos relacionados, deben ser analizados para que podamos aprender un poco más de todo ello de cara al futuro.
Podemos estar en desacuerdo sobre muchas realidades relativas a competiciones, organizaciones o estilos; a categorías y a planteamientos federativos; a regionalismos y a influencias de las instituciones en el trabajo que finalmente desarrollan todas las escuelas de artes marciales chinas en nuestro país. Pero no podemos negar que este éxito sin precedentes es un escaparate increíble de lo que podemos hacer en este país en el ámbito del Wushu; un país que sigue definiendo erróneamente en lo federativo a las artes marciales chinas como una modalidad de práctica de diferentes artes/deportes marciales no chinos.
Este error garrafal en términos históricos, conceptuales, organizativos y administrativos pasará a la historia como una parte negra de lo que el colectivo del Wushu ha sido capaz de hacer en sus primeras etapas en España. Y los artífices de esta equivocación histórica repetitiva, por acción o por omisión, también quedarán reflejados de un modo u otro en los comienzos distorsionados de este extraño y complejo legado de transferencia.
Algunas veces olvidamos que trabajamos sobre una herencia que no es de nuestra propiedad ni de nadie, pero que necesita guías, responsables y voluntades puras para seguir pasando de etapa. Una herencia de ideas, estructuras y conceptos que nos han llegado de personas e instituciones que han tenido una visión del asunto más grande que la nuestra, pero cuyo trabajo puede irse al traste cuando se topan con la represa de la estupidez, el desconocimiento, la perversión o el egoísmo.
Hemos detenido el flujo de esta energía de transmisión por un más que evidente desequilibrio de la homeostasis que debe preponderar en cualquier organismo simbiótico, cualquiera que pretenda sobrevivir en un entorno de competencia y a la vez de colaboración. Podemos decir que han prosperado en nuestro seno organismos extraños, no sinérgicos, que nos han hecho enfermar de incapacidad durante los últimos 30 años.
Esta falta de visión de conjunto es la que nos tiene como estamos. Con deportistas sin ningún soporte económico para afrontar el coste de este tipo de expediciones ni estructura que garantice unas mínimas condiciones del entrenamiento necesario para lograr estos resultados; con escuelas olvidadas por las administraciones como puntos reales de mejora de la sociedad; con profesionales infravalorados y estilos relegados a la anécdota graciosa de cualquier nota de prensa de relleno. Estamos frente a un tesoro cultural en manos de personas que no están siendo capaces de unirse, de pensar en conjunto y proyectar el beneficio del arte que representamos hacia toda la sociedad que nos rodea.
Me pregunto: ¿Qué seríamos capaces de hacer si por un periodo de tiempo dejásemos de pensar en nuestro interés personal y remásemos todos a una para crear el foro que nuestra práctica se merece? ¿Qué seríamos capaces de hacer si dejásemos de alimentar proyectos exógenos que solo cuentan con el Wushu como un medio más para fomentar otras disciplinas en términos económicos y administrativos? ¿Qué seríamos capaces de hacer si los grandes del taolu del Wushu deportivo, del sanda, del tuishou, del duan bing, del shuai jiao, del shou bo, de estilos tradicionales, de la docencia, del estudio del arte, de la cultura marcial tradicional o del entrenamiento deportivo que hay repartidos por organizaciones, escuelas y diferentes zonas geográficas fuesen capaces de trabajar en conjunto por nuestro ecosistema marcial? ¿Cómo podríamos crear el espacio en el que todo el mundo aportase su valor y que este valor general nos enriqueciera a todos en diversidad, pluralidad, difusión, conocimiento y desarrollo?
Estas preguntas siguen y seguirán sin respuesta si no hay un movimiento radical hacia la confluencia, si no hay un respeto por las individualidades en un marco regulador de interacción general, pero poniendo por delante aquello que históricamente nos trasciende y nos trascenderá a todos.
Podríamos ser, sin duda, la mejor organización del Wushu de Europa, pero nos lo impiden otros intereses que no somos capaces de superar. Egos, beneficios, incapacidades y falta de voluntad nos tienen en esta torre de babel autodestructiva en la que la emoción que perdura es aquella que nos hace ver a los hermanos como oponentes, a los que hacen lo mismo que nosotros como competencia y a los que intentan aprovecharse de nuestra desunión como entes superiores que no paran de frotarse las manos con nuestras disputas.
Si algo hay en el Wushu que prevalece es su grandeza en todos los sentidos. No hay un terreno de la marcialidad que no esté cubierto por algún sistema del Wushu de un modo u otro. Nos toca ser capaces de saltar sobre las diferencias y poner todos una piedra en el pilar de lo que debe ser el futuro de las artes marciales chinas en España. Un futuro que ya no es para la mayoría de nosotros, que pertenece a la parte del legado que nos toca transmitir para que las futuras generaciones de artistas marciales del Wushu no vivan esta extraña e ilógica situación.
El primer paso lógico debería ser abandonar organizaciones de otras disciplinas y sentarnos a crear un marco democrático en el que el objetivo no esté definido por el interés concreto de nadie. Iniciar un diálogo aceptando algunas realidades incuestionables de facto:
El colectivo marcial chino no puede estar representado por colectivos de otras disciplinas.
La creación de una federación española de Wushu Kung Fu es una necesidad y será beneficiosa para todo el colectivo si se hace sobre pilares de democracia, conocimiento, hermandad y trascendencia.
Podemos pensar de forma colectiva y cooperativa exponiendo aquello que tememos y que entre todos podemos superar.
Podemos detallar los objetivos generales, los retos, las necesidades para lograrlos, las oportunidades que tenemos y las vías/medios para conseguir avanzar juntos en beneficio de todos.
Debemos evitar la disputa comparativa, los intereses particulares por encima de los demás y asentar la voluntad de progreso conjunto como un objetivo que debemos a las futuras generaciones de artistas marciales del Wushu.
En definitiva, necesitamos sentarnos para hablar de aquello que el grupo necesita y de trazar la estrategia oportuna para hacerlo. Necesitamos definir los recursos oportunos para abordarlo entre todos; pensar cómo nos organizamos, cómo nos comunicamos, qué reglas de respeto, justicia y cortesía nos damos para ser la referencia de lo que hacemos. La vía de las artes marciales no es un una vía de recreación en el conflicto, es la forma de poder reforzarnos para superar estos conflictos, internos y externos, reparando los daños que una visión pequeña del asunto nos puede producir como hasta ahora.
Es quizá una ocasión de oro para reflexionar lo que significa este logro sin apoyos, esta realidad que podemos compartir con todos y todas las que forman esta idea de gran familia plural, creativa, potente y con buenas voluntades.
Me gustaría soñar que este es el mejor resultado que todos podremos obtener de todo esto, que este es el verdadero valor de 24 medallas llenas de trabajo, esfuerzo e ilusión.
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