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Para nuestros hermanos de práctica


Empieza un nuevo año, un nuevo ciclo, una nueva temporada. Como todo los años, podemos comenzar preguntándonos ¿y ahora qué? Son tantas las expectativas que no se cumplieron, fueron tantas las ideas que no llegaron a buen puerto, tantos los esfuerzos aparentemente para nada. Ante esta situación parece lógico e inteligente plantearse esta pregunta ¿y ahora qué? Permitidme compartir mis reflexiones.


Ahora es el momento de todo. En nuestro entrenamiento no hay un ciclo, no hay un antes y un después. Vivimos permanentemente en un ahora que se va llenando de todo el sentido que nuestro esfuerzo, determinación y constancia son capaces de darnos. Vivimos en el ahora marcial permanentemente. Lo hacemos para forjar la base de todo: el carácter, nuestro ethos. No podemos establecer metas, objetivos, plazos de algo que responde a niveles mucho más profundos de lo que podemos ver o sentir a simple vista. El carácter inquebrantable es, de algún modo, nuestro objetivo a través de la práctica.


Es ese carácter el que nos empuja del sofá a la sala de entrenamiento y nos devuelve la sonrisa del que se sabe victorioso ante la desidia. Es ese carácter el que nos levanta del suelo con una sonrisa cuando un hermano nos derriba, el mismo que nos empuja a cuidarlo en su caída.


Si ponemos el foco en lo que no hicimos en el periodo anterior empezaremos el año cargados de lastres ilusorios. Hemos logrado grandes cosas que no podemos olvidar. Os diré algunas de ellas. Hemos mantenido el tipo día a día, hemos sobrevivido un año más frente a todo lo que nos ha llegado. Sobrevivir no está muy valorado en nuestra sociedad del bienestar, pero millones de personas mueren a diario y nosotros seguimos aquí por algún motivo.


Además, hemos crecido interiormente, hemos madurado y nuestro pensamiento y nuestras emociones comienzan a sentir que todo lo que ha pasado ha transformado alguna parte profunda de nuestro ser. Hemos conseguido transformarnos sin perder nuestra esencia, lo que somos y lo que intentamos descifrar de nuestro verdadero yo.


Este año hemos trabajado juntos, hemos respetado a otros y hemos ayudado a muchos que como nosotros han necesitado a alguien a su lado que les diese ese motivo el día que no lo encontraban. Nosotros hemos sacado fuerzas a diario para que ese motivo, aunque no estuviese, no acabase perdido en el tejado de otro. Hemos conseguido seguir sin condenar a nadie por nuestros errores. También hemos conseguido verlos y aprender muchas cosas de ellos, yo soy un claro testigo de lo que digo.


Este año hemos sufrido entrenando, unas veces en lo físico, otras en la voluntad y algunas en los pensamientos que nos invitan siempre a tallos menos duros que mascar. La practica se complica, se endurece, se hace escurridiza cuanto más profundizamos en sus cimientos, cuanto más aprendemos a hacernos las preguntas que realmente cuentan en esto de la vía marcial.


Este año hemos mantenido el entrenamiento y hemos superado lesiones, enfermedades y dolores, todo ello sin menoscabar las citas que han tenido un peso por encima de la falta de aparcamiento, las complicaciones económicas o la permanente, ya casi endémica, falta de tiempo para lo nuestro.


Ver esto es crucial en un año que ha terminado sin mucho margen para el análisis, pero que hemos resuelto con ganas, esperanza, energía y fortaleza. El futuro está constantemente en nuestras manos y lo escribimos con palabras como amistad, humildad, respeto, responsabilidad, alegría, paciencia y todas las restantes palabras que configuran lo que nosotros llamamos Wude.


Este año nuestra escuela es más fuerte, tiene hermanos más sólidos y proyectos más arriesgados en los límites del bosque al que estamos acostumbrados a adentrarnos. Somos una familia marcial en la que, desde los más pequeños hasta los más mayores, colaboramos en una misión de superación sin precedentes en el universo de la mediocridad que nos ha tocado vivir.


Sentirnos orgullosos de esto que ha pasado no debe ocuparnos más que el respiro que necesitamos para dar el siguiente paso. Para seguir frente a cualquier tormenta con ganas y conscientes del valor constructivo de los retos. Cuanto más alta es la cima más adaptación provocamos. Esta adaptación constante nos permite transformarnos desde dentro hacia afuera, convertimos en versiones mejores de nosotros mismos, más fuertes, más refinados, más poderosos en el sendero del esfuerzo que lleva al crecimiento.


Cuando te plantees este año ¿y ahora qué? destruye la pregunta de inmediato. Ahora seguimos yendo a por todas, pero con más sabiduría, más fortaleza y más carácter inquebrantable. Sin dudas, con la certeza del valor de todo lo recorrido, sin el más mínimo peso de un pasado que ya no existe más que en el recuerdo y en las cicatrices externas e internas que nos dejó. Ahora no hay nada más que seguir la ruta, seguir aprendiendo, seguir puliéndonos para que nuestro mensaje, nuestros actos diarios, sobrepasen cualquier imagen ficticia que tengamos de nosotros; solo eso cuenta en realidad.


Un año más seguiremos explorando dentro de ese bosque oscuro. Seguiremos encendiendo antorchas para recorrer el camino por más negro que se presente. Y seguiremos poniéndolo todo donde debe estar, en un presente que nos da a diario la bienvenida para que sigamos demostrándonos a nosotros mismos que podemos ser mejores, y que nuestro destino se construye sin agacharnos, sin rendirnos y sin condenarnos, aunque la tormenta y las maldades sigan empujando de frente con fuerza.


Feliz comienzo de año hermanos y mucha fuerza para seguir luchando juntos.



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