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Las exigencias de la primera fase



«Sin una decisiva fuerza naval no podemos hacer nada definitivo. Y con ella, todo lo honorable y glorioso»


George Washington


Combatir es una de las acciones más extremas que podemos realizar. No solo por el riesgo implícito que nuestra mente interpreta dentro de este conjunto de acciones que llamamos «lucha», lo es también por la cantidad de elementos emocionales, físicos y cognitivos que debemos conjugar cerca de sus límites naturales en un mismo instante; elementos que interaccionan constantemente entre ellos produciendo respuestas globales más o menos acertadas según el conocimiento, autocontrol, habilidad y capacidad general del luchador.


Entrenarse para un rendimiento combativo óptimo implica tocar todas y cada una de estas partes en la mayor profundidad posible. Sin embargo, este proceso no puede realizarse de una forma desordenada, debe estructurarse a conciencia para que cada parte se vaya integrando progresivamente en el espacio que le corresponde dentro de la estructura.


Nuestro progreso depende en gran medida de que esta construcción se realice de forma correcta, sin interferencias, sin el arrastre de debilidades heredadas y sin teorías erróneas sobre los objetivos específicos y globales del entrenamiento.



Cuando insisto tanto en que las primeras fases del entrenamiento deben tener un componente mayoritariamente físico no me refiero a que en las fases avanzadas podamos obviar este apartado de la práctica, más bien todo lo contrario; si queremos llegar a fases avanzadas, es preciso que interpretemos inicialmente el arte como una ciencia que debe ser estudiada, comprendida e interiorizada. A partir de esta toma de conciencia, podemos deducir fácilmente por qué es tan importante el desarrollo físico en toda la primera etapa del entrenamiento del artista marcial.


El cuerpo es la herramienta que va a articular todo el proceso, tanto experimental como deportivo o artístico, sin el cuerpo poco podemos hacer en un escenario de lucha. Las exigencias físicas derivadas de un entrenamiento realista, exigente y práctico nos van a pedir un extra de todas las cualidades físicas que podamos ofrecerle.


Por este motivo es fundamental que en la primera etapa nos centremos en introducirnos en la teoría y fundamentos del arte marcial que practicamos y, a la vez, que fortalezcamos a conciencia nuestro cuerpo en todas sus cualidades físicas básicas.

Nuestro progreso depende en gran medida de que esta construcción se realice de forma correcta

Esto no quiere decir que la fuerza, la velocidad, la resistencia o la flexibilidad primen sobre la técnica, debemos analizar el fenómeno del entrenamiento físico respecto a la técnica como un modelo simbiótico. La técnica servirá de poco si no tenemos la estructura flexible que nos lleve a ella, la fuerza para aplicarla, la velocidad para hacerla oportuna o la resistencia para superar los momentos previos o posteriores que envuelven la oportunidad de su aplicación. Por otro lado, una técnica depurada y precisa reducirá considerablemente las exigencias físicas de aplicación. Entre estos dos mundos debemos situar nuestros objetivos de progreso.


Por otra parte, tampoco nos será posible aumentar la intensidad de nuestro entrenamiento si nuestros músculos se agotan en las repeticiones, si no podemos mover a nuestro oponente o si reaccionamos tarde a todas las oportunidades de explorar «in situ» aquello que estamos estudiando de forma particular.


El cuerpo necesita lograr su máximo potencial de fuerza para poder asumir un entrenamiento productivo. Es más, el entrenamiento físico es un componente que no se puede sustraer de cualquier sesión de entrenamiento marcial, es consustancial a la propia práctica, que lo funcionaliza desde las primeras fases del entrenamiento.


Esta primera parte requiere paciencia y conocimiento. Las fases de estímulo para el desarrollo progresivo de nuestras capacidades están muy estudiadas. Cada una de ellas tiene unos tiempos biológicos naturales de desarrollo, sobre todo cuando nuestra estrategia para estresar positivamente todos los elementos que intervienen en la acción es correcta.


El exceso es uno de nuestros errores más comunes. Es preciso que estas cargas se vayan incrementando progresivamente para que logremos la ansiada adaptación que deviene de un estrés físico y mental bien organizado.


La funcionalidad debe estar presente desde nuestros comienzos para que las líneas de cualidades que pretendemos mejorar y optimizar se desarrollen siempre en paralelo con las líneas técnicas, tácticas y estratégicas de la ciencia/arte que estamos estudiando.

una técnica depurada y precisa reducirá considerablemente las exigencias físicas de aplicación

Por estos motivos sirve de poco un entrenamiento técnico ocasional o un entrenamiento físico intenso descontextualizado. Las cualidades deben ser funcionales para lo que pretendemos y eso no se consigue corriendo 60 minutos por la playa. Es importante no confundir desgaste físico con entrenamiento físico. A veces basta trabajar de forma específica tres días a la semana, siempre dentro del marco estructural del estilo. Introducir los factores de resistencia dentro de las repeticiones técnicas que debemos interiorizar también es una buena forma de no perder el tiempo y de establecer la resistencia que necesitamos en su marco natural de solicitud.


Es por esto por lo que, un buen consejo para el verano, sobre todo para los que se incorporan al entrenamiento en septiembre, o para los que inician su singladura por la vía de las artes marciales, es comenzar por entrenar correctamente el cuerpo para que esté en unas mínimas condiciones de desarrollo de cara al próximo curso.


No podemos olvidar que la falta de entrenamiento hace desvanecerse los logros físicos que hemos ido consiguiendo a lo largo del año. Si no queremos volver atrás, es preciso un entrenamiento continuado, bien organizado y adaptado a los objetivos naturales, lógicos e inteligentes que corresponden a cada fase del entrenamiento marcial global.


Así que ya sabes, si quieres empezar, debes optimizar tu cuerpo para que pueda afrontar las exigencias funcionales del arte sin lesiones, con productividad y con todos los factores positivos que nos aporta sentirnos más fuertes, más rápidos, más resistentes y más flexibles.


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