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La práctica deliberada y el Shih como vía hacia la maestría marcial


Sun Tzu

Podríamos afirmar que, de una forma u otra, la inmediatez se ha convertido en una obsesión en nuestra sociedad. Parece que aquello que no adquirimos al día siguiente o de inmediato no es lo suficientemente ágil frente a nuestras pretensiones. Este fenómeno uniformemente acelerado se ha asentado y crecido por muchos motivos; desde la falta de tiempo, hasta el enganche endorfínico que desarrollamos frente a las novedades que trascienden rápidamente. En definitiva, la paciencia parece marchitarse, mientras las flores del estrés y la ansiedad crecen de forma considerable entre tantos abonos perjudiciales para el verdadero conocimiento de las cosas.

la inmediatez se ha convertido en una obsesión en nuestra sociedad.

En la dirección contraria a esta tendencia, nos encontramos con lo que nos suscitan para su adquisición las tradicionales formas de conocimiento marcial. En el caso del Kung Fu, por ejemplo, se nos propone el camino más exigente, uno que requiere paciencia, constancia, esfuerzo, precisión y conocimiento; así como un compromiso sincero e inquebrantable con la búsqueda de la verdadera maestría. En nuestros días, a este proceso se le conoce como «práctica deliberada».


Esta metodología no se basa en la mera repetición sin sentido de aquello que se pretende aprender. Consiste en mantener un enfoque consciente y estratégico frente al aprendizaje. Así, la práctica deliberada es el alma máter de lo que entendemos como Kung Fu, un modelo que no solo busca mejorar habilidades específicas, sino también preparar al practicante para alcanzar su punto de máxima potencialidad, lo que en El arte de la guerra de Sun Tzu se denomina Shih, o en nuestra cultura occidental denominamos Momentum.


práctica deliberada

¿Qué es la práctica deliberada?

El concepto de práctica deliberada fue popularizado por Anders Ericsson, un psicólogo sueco cuyo trabajo con violinistas de élite en la década de 1990 inspiró la famosa idea de las «10,000 horas», que Malcolm Gladwell mencionó más tarde en su libro Fuera de serie. Aunque la regla de las 10,000 horas se ha simplificado hasta volverse casi un mito, lo que Ericsson realmente descubrió fue que no era solo el tiempo de práctica lo que importaba, sino la calidad y la estructura de esa práctica.


Otros autores han profundizado en el concepto. Daniel Coyle, en The Talent Code  , habla sobre la importancia de la «práctica profunda» y la creación de conexiones neuronales efectivas mediante un enfoque consciente y preciso. Mientras tanto, Cal Newport, en Hazlo tan bien que no puedan ignorarte, explora cómo la práctica deliberada puede aplicarse para desarrollar habilidades raras y valiosas, superando las distracciones y el deseo de saltar de una cosa a otra constantemente.

no era solo el tiempo de práctica lo que importaba, sino la calidad y la estructura de esa práctica.

La práctica deliberada es un proceso minucioso que se centra en mejorar, de forma activa y consciente, aspectos concretos de una habilidad. No consiste en un mero entrenamiento sin un fin determinado, sino en establecer objetivos precisos, recibir retroalimentación continua y ajustar cada detalle del proceso con la máxima atención. Un modelo que nos propone salir de nuestra confortable zona rosa, donde lo que ya se domina se ejecuta sin contratiempos, para enfocarnos en los aspectos nucleares profundos que debemos solucionar para lograr la excelencia que pretendemos alcanzar.


En las artes marciales, este enfoque es esencial para perfeccionar tanto los aspectos físicos del sistema como una mente estratégica efectiva. Un artista marcial que practica de esta forma, por ejemplo, no solo ejecuta una patada repetidamente, sino que analiza cada elemento del movimiento: la postura, el ángulo, la trayectoria y la respiración, ajustándolo todo con intención y propósito y analizando el resultado de estos ajustes.


También analiza su naturaleza como acción dentro del conjunto de propuestas del arte, las circunstancias en las que encaja o no dentro de un combate, las distancias que le corresponden, su vínculo con la movilidad general del luchador, los riesgos que entraña utilizarla, las zonas que deben acondicionarse para su uso o, entre otros muchos aspectos, las exigentes cualidades —fuerza, velocidad, amplitud de movimiento o potencia— que se precisan para que sea realmente una opción en un momento determinado.

El arte de la guerra

¿Qué es el Shih?

El concepto de shih, que encontramos traducido como «la fuerza» o «el momentum», es una piedra angular en la estrategia del Sun Tzu El arte de la guerra—. Shih representa la energía acumulada, el punto en el que todas las posibilidades positivas se alinean para crear una ventaja estratégica:

«el instante de máxima potencialidad por confluencia de la mayoría de posibilidades positivas acumuladas para la intención de algo»

Sun Tzu compara esta fuerza con la de una roca rodando montaña abajo, que comienza con poco impulso, pero rápidamente se vuelve imparable. Este momentum, una vez generado, puede hacer que una fuerza relativamente pequeña tenga un impacto devastador.


Este concepto no es solo metafórico; en el contexto de la práctica deliberada propia del entrenamiento marcial, shih se manifiesta como el estado de máxima efectividad alcanzado tras un esfuerzo acumulado y constante. Es el punto donde el cuerpo y la mente trabajan en armonía y la habilidad entrenada puede ser desplegada con máxima potencia y precisión. Los estilos tradicionales de artes marciales comprenden este principio, estructurando un modelo de entrenamiento progresivo para que el practicante acumule gradualmente una energía potencial confluyente, tanto física como mental.


Sun Tzu introduce la idea de que hay dos formas principales de emplear la fuerza: la fuerza directa, o Zhèng (正), y la fuerza indirecta, o (奇). La fuerza directa se refiere a los ataques frontales y a las confrontaciones obvias, mientras que la fuerza indirecta implica maniobras más sutiles, tácticas inesperadas y engaños que desestabilizan al enemigo. La clave para vencer es combinar estas dos formas de fuerza de manera flexible, sorprendiendo con ello al enemigo y manteniéndolo en constante incertidumbre.


La importancia de la práctica deliberada para alcanzar el Shih

El camino hacia el shih no es sencillo ni corto. Requiere un enfoque de entrenamiento profundo y metódico, donde el conocimiento se desarrolla con solidez y las habilidades se perfeccionan hasta el más mínimo detalle, dentro de un modelo holístico de sinergias que deben vigilarse en cada parte del proceso formativo marcial. La práctica deliberada es la clave que abre la puerta a este estado, pues demanda que el practicante cultive una comprensión profunda de lo que hace y que cada acción en el entrenamiento esté cargada de intención.


Hung Gar Kung Fu

Mientras que muchos programas modernos de formación prometen enseñar decenas de técnicas rápidamente aplicables, los antiguos maestros insisten en que incluso una sola técnica debe ser refinada hasta la perfección para que realmente funcione en situaciones potencialmente caóticas, volubles, inesperadas y desconocidas. Este compromiso con la profundidad del proceso de aprendizaje y desarrollo permite que el practicante alcance el Shih de lo que estudia, un momentum real en el que su habilidad se vuelve poderosamente fluida y casi imposible de contrarrestar.


El shih en los estilos marciales tradicionales

La filosofía detrás de estilos marciales tradicionales no es solo física, sino también profundamente estratégica. La práctica deliberada y la creación de momentum están implícitas en su enseñanza. Los entrenamientos tradicionales están diseñados para forjar fuerzas imparables, desarrollando habilidades que, una vez dominadas, se despliegan con un impacto y una velocidad que no pueden ser igualadas por entrenamientos superficiales o básicos, llenos de elementos pegados al azar.

los antiguos maestros insisten en que incluso una sola técnica debe ser refinada hasta la perfección

Tomemos como ejemplo las formas (taolu). Aunque hemos tratado en muchos otros artículos esta maravillosa herramienta de entrenamiento, insistimos en aclarar que no las practicamos únicamente como una expresión artística estética, sino para cultivar un entendimiento profundo del movimiento, el equilibrio y la energía. A medida que se practican correctamente, estas formas se convierten en depósitos de energía y técnica, disponibles con el shih adecuado en cualquier combate real.


La práctica deliberada y el concepto de shih están estrechamente vinculados. Su relación radica en que la excelencia no es un accidente sino un producto de esfuerzo consciente y mantenido. La paciencia y la precisión, la atención al detalle y la adaptación estratégica son las cualidades que nos llevan a ese punto de máxima potencialidad. Para el artista marcial, este camino puede ser largo y arduo, pero es el único que lleva a la verdadera maestría.


Me gustaría terminar la entrada con una cita del Capítulo 6 de El arte de la guerra, en cuyo final se determina qué es el Shih. Merece la pena leerla muchas veces con plena atención para comprender su profundo significado:


«Aquel que utiliza el shih, lleva a la gente a la batalla

como si hiciera rodar árboles y rocas.

Pues, al igual que la naturaleza de los árboles y las rocas:

Cuando están quietos, descansan.

Cuando se los agita, se mueven.

Cuando son cuadrados, se detienen

Cuando son redondos, ruedan.

De modo que el shih del que es hábil en llevar a la gente a la batalla es como hacer rodar rocas desde una montaña de mil jen de altura.

Eso es el shih.»


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