INTERFERENCIA CULTURAL EN LOS MÉTODOS DE WUSHU
«Lo más fascinante de un viaje no sólo es descubrir otra cultura, sino experimentar el extraño proceso de conocer mejor la propia a través de la comparación».
Juanjo Braulio
Parece bastante evidente que el modelo de entrenamiento de un luchador de Sanda puede no tener nada que ver con la dinámica de práctica de un adepto al Taijiquan simplificado. Estas diferencias radican en mil y un detalles sobre los que no vamos a extendernos en esta entrada. Lo que nos interesa en clave de análisis es revisar el concepto de cultura propia que podemos atribuir a cada estilo, modalidad o arte marcial que pretendamos relacionar o incluir en un grupo de índole genérico como es el Wushu chino.
La amplitud y diversidad de estilos, modelos, filosofías y condicionantes de los modelos marciales que forman este nutrido grupo nos obliga a revisar el concepto de conjunto y a adentrarnos en las propias estructuras individuales de la cultura particular de cada uno de estos sistemas.
Sin entrar tampoco en diferencias geográficas, influencias sociales o características personales de uno u otro gran maestro, es fácil entrever que nos encontramos frente a un fenómeno que comparte núcleos consustanciales a la idea luchatoria, pero que mantiene la idiosincrasia particular de diferentes modelos culturales independientes.
Para los que hemos estudiado y practicado diferentes ramas del Wushu, esta contradicción se incrementa cuando vamos profundizando en los sistemas que trabajamos. Vamos dando prioridad a unos sobre otros dependiendo de la afinidad que sentimos durante el proceso, la respuesta que da a nuestras necesidades más primarias y a cómo nos identificamos con una línea cultural u otra.
Puede parecer que esta contradicción se difumina sustancialmente al ver la cantidad de relaciones técnicas que existen entre estilos de culturas de práctica y filosofías muy diferentes. Un ejemplo de esto sería, por citar alguno de los más significativos, el caso de muchas de las técnicas de proyección del Sanda con una clara filosofía de aplicación rescatadas de un estilo culturalmente tan alejado como es el Bagua Zhang.
Esto pone de manifiesto que no podemos establecer una norma simétrica para analizar las relaciones entre estilos, ya que la permeabilidad e influencias de los estilos deportivos frente a los tradicionales es muy diferente. Una de las características de los estilos deportivos o modernos es su clara ascendencia del magma tradicional que les antecedía. Un ecosistema en el que no podemos hablar de simbiosis en tanto que lo moderno se nutre claramente de lo antiguo y lo antiguo no guarda esta relación recíproca con lo moderno.
Al iniciar el estudio de las artes marciales, sobre todo cuando somos más jóvenes, la variedad del Wushu nos enamora a simple vista. Queremos abarcar muchas más experiencias, queremos enriquecer nuestro bagaje y no hay lugar para interpretar la práctica como un escenario en el que debemos coger algunas propuestas y abandonar otras. Esa característica de sana ambición y euforia inicia es lógica y en parte positiva, pero requiere el control que necesita cualquier exceso de energía en un momento determinado.
La gran riqueza del Wushu radica precisamente en la convivencia y la nutrición simbiótica de sus métodos
Esa natural tendencia a una forma de sincretismo marcial, sobre todo juvenil, va decayendo en la medida en que los contenidos que vamos adquiriendo de cada estilo o rama comienzan a crecer mientras que el tiempo del que disponemos para entrenarlos comienza a reducirse.
Esta tensión entre ambición de aprendizaje y posibilidades reales de tiempo de entrenamiento se mantiene hasta que llegan los signos de que debemos decantarnos por una u otra vía. Ese momento de crisis suele encajarse de muchas formas diferentes. En mi caso, se tradujo en un incremento de la carga de entrenamiento a costa de otros aspectos de mi vida personal, algo que no le recomiendo a nadie, porque la ambición sin mesura se puede tornar, tarde o temprano, en obsesión.
Más adelante, opté por sintetizar elementos comunes con la intención de poder integrarlo todo en un modelo único que incluyese la mayor parte de todo. Un modelo que me permitiese aglutinar conocimientos, dividiendo con claridad las matrices mecánicas, estructurales y conceptuales de cada sistema para, dentro de lo posible, desarrollar una cierta capacidad de adaptación circunstancial de estas matrices sin que unas interfiriesen a las otras.
no podemos establecer una norma simétrica para analizar las relaciones entre estilos
Esta opción no dejó de darme unos frutos muy interesantes en muchos aspectos. Sin embargo, aunque ha sido parte de un proceso muy personal de estudio e investigación, me alejó temporalmente de la línea de profundización que pretendía, centrando excesivamente mi foco en un mar de interrelaciones que a veces eran imposibles de establecer.
No podemos viajar en dos direcciones contrapuestas. Es preciso ir en una y utilizar todo lo aprendido en la amplia autovía de estilos y conceptos transitada durante los primeros años de estudio. El objetivo final de nuestra ruta será ganar profundidad en la línea sobre la que finalmente nos decantemos. La edad juega todas sus cartas y la madurez y comprensión que vamos adquiriendo sobre la marcha nos exige un nivel de coherencia concreto, que hace incompatible la convivencia de culturas de entrenamiento contrapuestas para alcanzar un objetivo correctamente ubicado.
lo moderno se nutre claramente de lo antiguo y lo antiguo no guarda esta relación recíproca con lo moderno.
La cultura deportiva del Sanda o del Wushu, la cultura de los estilos tradicionales externos, la cultura de los estilos tradicionales internos, de los simplificados o la cultura del trabajo para la lucha, para el crecimiento personal, para el mantenimiento de la salud o, simplemente, para disfrutar entrenando y aprendiendo tienen nexos comunes, pero buscan océanos distintos en los que desembocar.
La gran riqueza del Wushu radica precisamente en la convivencia y la nutrición simbiótica ascendente de sus métodos, estilos, ramas y filosofías durante una parte muy externa del proceso. Pero esta gran riqueza, en la verdadera moderación y posibilidades reales que tenemos de profundizar, debería darnos que pensar para poder establecer el puerto final de nuestros objetivos personales. Entender qué buscamos, qué necesitamos y qué cultura marcial del Wushu se ajusta mejor a nuestras demandas a corto, medio y largo plazo serán la mejor forma de poder ir descartando y afianzando las piezas de nuestro puzle personal en la práctica de estas disciplinas.
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