El eterno dilema sobre la aplicabilidad marcial de un arte marcial como el Taijiquan, en concreto los estilos anteriores a los modernos procesos de simplificación (enfocados a la utilización de los métodos para la mejora de la salud y el mantenimiento psicofísico general) parece, quizá ahora más que nunca, sometido a debate en las redes sociales y en el entramado comunicativo que supone Internet, esta magnífica herramienta para el flujo democrático del conocimiento humano.
La tendencia simplificadora del arte y este énfasis endémico en segmentar y separar los beneficios de esta práctica para adaptarla al preocupado ser humano del siglo XXI nos ponen frente a la disyuntiva de aclarar, antes de empezar, cuál será el objetivo final de nuestra práctica.
Para los amantes de las artes marciales chinas, en general, este tema no tiene más discusión que las promovidas por las apetencias personales de cualquier practicante. Allá cada uno con sus decisiones, su enfoque o su objetivo personal.
Sí es importante revisar y recalcar los elementos que constituyen al Taijiquan como arte marcial EFECTIVO para que sus cientos de años de historia no desemboquen exclusivamente en una vía que, si bien se muestra perfectamente válida para una parte mayoritaria de la población, empobrece el espectro general de esta maravilla de la cultura marcial china.
Las técnicas impresas en las formas, tanto las del estilo Chen, Yang, Wu o Sun, entre otros emergentes actuales, definen una característica exclusiva de interpretación del movimiento y de la adaptación general de la estructura corporal a una situación de reacciones, estabilidades, fuerzas e intenciones. El Taijiquan se define a sí mismo como un sistema de combate cuya filosofía de base se centra en procedimientos para lograr la armonización constante de los opuestos complementarios. Este tema nos proyecta a otras reflexiones no menos interesantes que deberían tenerse en cuenta para valorar correctamente la funcionalidad marcial del método.
Sin entrar en la categorización de mejores o peores dentro del grupo, ni en las comparativas habituales de externo e interno, aspectos que también hemos señalado anteriormente en profundidad, sí tenemos que valorar positivamente la utilización complementaria que estos estilos hacen del desarrollo profundo de un sistema nervioso adaptado a una filosofía de acción. Algo que influye notablemente en el desarrollo de nuestra mente combativa y en la consolidación de los fundamentos heurísticos en los que se basa cualquier estrategia diseñada para el combate.
En la polaridad que nos plantea en origen el Taijiquan nos encontramos frente al razonamiento efectivo sobre situaciones en las que intervenimos para solventar un conflicto. El procedimiento incide en modelos para reprogramar nuestras respuestas emocionales frente a lo que la situación nos plantea, recogiendo los aspectos más enquistados de nuestra herencia, nuestro aprendizaje, nuestros sesgos cognitivos y nuestra toma final de decisiones.
El conflicto físico tiene un detonante natural en nuestro cerebro que estimula los procedimientos de producción de sustancias como el cortisol o la adrenalina para gestionar la acción con mayores garantías de supervivencia. Parece que cuando estas sustancias entran en nuestro torrente sanguíneo en diferentes proporciones vemos mejor, decidimos con más claridad, respiramos de forma más efectiva y toda nuestra estructura musculo esquelética se resiente en positivo de una recepción nerviosa más rápida, clara y efectiva.
¿Cómo encajamos entonces un método que nos plantea el desarrollo progresivo de una actitud serena o tranquila en la acción, con garantías de efectividad biodinámica y psicológica, frente a situaciones en las que un estado de estrés mayor nos dispondría mejor para afrontarla? Quizá esta cuestión nos muestre algunas de las incongruencias que se están asentando casi por defecto en la interpretación marcial del Taijiquan como arte marcial.
La respuesta es muy sencilla, simplemente este no es el planteamiento correcto del arte. Cualquier niño pequeño podría responder con esta claridad a la cuestión. El Taijiquan es un método para afinar todo lo posible la construcción de nuestra estructura psicomotriz dentro de un entramado técnico complejo que precisa mucho tiempo para ser desarrollado. Requiere tiempo porque introduce sus parámetros de acción y respuesta en modelos repetitivos, lentos, conscientes e integradores. Hablar de lentitud o calma en la acción posterior, nos referimos a la propia del combate, es una falacia que no se puede apreciar nada más que en las películas que suelen confundirnos los principios reales del entrenamiento interno con los de la contienda final. Cuentos «chinos» que parecen gustarnos más de lo debido, pero incoherentes desde la lógica más simple.
Cualquier arte marcial, como método para la supervivencia y progresión evolutiva del individuo, no puede jugarse sus principios en otros términos que no sean los de la máxima efectividad posible para sus técnicas en el ámbito final de la realidad de las cosas. El entrenamiento de las formas realizado de forma lenta, consciente, vinculando respiración al movimiento, nos permite realizar esta reconstrucción progresiva de nuestra estructura psicomotriz adaptando todas las áreas anatómicas a las acciones que insistimos en reproducir.
El combate es otro escenario que tendremos que abordar posteriormente por medio de la reproducción aproximada de dichas situaciones. Parte del proceso global de la formación marcial consiste en lograr que nuestra mente y nuestro cuerpo adapten lo aprendido a lo necesitado en multitud de situaciones que debemos explorar y estudiar. Solo esta exposición nos garantizará que logremos cierto rango de efectividad operativa dentro de cada situación estudiada.
Para ello, el entrenamiento del contacto dentro del Tuishou como «puerta al desarrollo a las habilidades intuitivas de contacto», no deja de ser una pieza más que incluir en el patrón final al que someteremos el conjunto de lo desarrollado, el Sanshou o combate libre.
En este combate libre, podremos establecer el desarrollo continuado de parámetros de familiaridad con el contexto y la funcionalidad cerebral adaptada al mismo. De esta práctica recogeremos los beneficios que nos pueden facilitar las sustancias propias del estrés producidas por la reacción de la amígdala del cerebro frente a la situación, pero coordinadas con una acción controlada desde nuestro centro cerebral de control (lóbulos frontales) para poder movernos de forma efectiva y sin interferencias internas dentro del contexto.
Si no luchamos, si no nos enfrentamos una y otra vez a la situación en la que surgen la agresividad, la tensión, la ira, el miedo, las ganas de huir, de luchar, de ganar, de lastimar, si no navegamos esas aguas turbulentas y nos sobreponemos a ellas desde convicciones muy profundas, es muy probable que la parte final de la ecuación se quede coja dentro del concepto marcial definitivo del arte.
Este entorno es un escenario de mayor riesgo físico al entrenarlo. Sin embargo, los riesgos que entraña este tipo de entrenamiento sólo pueden reducirse con un procedimiento de progresión coherente y de evolución en el control, físico, moral y técnico. Para ello el Taijiquan propone métodos de acción igualmente lentos, conscientes, evolutivos en velocidad e intensidad sin perder el marco de calma interior cultivado en las etapas previas y complementarias del entrenamiento. La calma debe cultivarse dentro de las progresiva tormenta externa para la que nos preparamos.
Lograr mantener en el tiempo este complejo entramado de experiencias y metodologías será el argumento fundamental que determinará que el método combativo pueda catalogarse finalmente como arte.
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