top of page

Espiritualidad social: ley, ética y heroísmo. Tercera parte.


Tertulia John Stuart Mill, Thoreau y otros

«La libertad del entendimiento consiste en ser esclavo de la verdad, y la libertad de la voluntad en ser esclavo de la virtud.»

Jaime Balmes


En más de una ocasión hemos tratado la evidente dicotomía entre lo individual y lo colectivo. En el marco de las artes marciales, ambos mundos se entremezclan y emergen como una única empresa interdependiente que no puede ni debe excluir a ninguna de sus partes.


Aunque las diferencias entre lo individual y lo grupal son claras y evidentes, las relaciones de interdependencias son tan indiscutibles que no podemos sostener la idea de supervivencia de la humanidad sin una inmediata aceptación de que el baile entre lo propio y lo comunitario ha estado siempre marcando el ritmo de nuestra propia evolución como sociedad y como especie.


En esta tercera entrada analizaremos el pensamiento de John Stuart Mill. Su visión sobre la libertad individual y el progreso de la sociedad nos pone en antecedentes, de una forma clara y objetiva, para comprender este baile al que hacíamos alusión en el párrafo anterior. Según su perspectiva, la libertad de expresión y acción es esencial no solo para el desarrollo personal, sino también para el progreso de toda la sociedad, sin que ambos elementos sean antagónicos.

Sobre la libertad de John Stuart Mill

En su principal obra Sobre la libertad, el autor nos presenta un robusto y atemporal argumento a favor de la libertad individual, particularmente en el contexto de ética y la moralidad, defendiendo sus implicaciones para comprender el papel del individuo frente a las normas sociales establecidas, eje de análisis de toda esta serie que presentamos.


Mill asume como base principal de su pensamiento, que la individualidad es un componente natural y esencial del bienestar humano. Según él, la capacidad de tomar decisiones propias y actuar según el «juicio personal» es fundamental para el desarrollo del carácter de cada individuo y su felicidad personal aunque, tal y como argumenta en su libro, esto solo puede realizarse en una sociedad que valora y protege realmente la libertad individual.


De sus diferentes argumentos, quizá el más poderoso que nos ofrece en su obra es que la libertad individual está intrínsecamente vinculada a la moralidad. Sostiene que un individuo solo puede ser moralmente responsable si tiene la libertad de elegir sus propias acciones. Esto incluye la libertad para equivocarse, errores naturales que considera esenciales para el aprendizaje y el crecimiento personal. La libertad de desafiar las normas sociales, en este contexto, no es solo un derecho, sino también una necesidad ética, ya que permite la expresión de la conciencia individual y fomenta un debate saludable dentro de la sociedad.


Aunque puede parecernos un pensamiento ciertamente irresponsable a priori, podemos aclarar nuestras dudas sobre ello teniendo en cuenta uno de los requisitos que sustentan toda su ideología. Nos referimos al «principio del daño», uno de los criterios clave sobre los que Mill justifica la posible intervención del estado en la libertad individual. Según este principio, la única razón válida para que la sociedad o el estado se permitan restringir la libertad de un individuo es la prevención de dañar a otros.

La libertad individual está intrínsecamente vinculada a la moralidad.

Este principio es fundamental para entender su visión sobre la libertad vista desde el ámbito de la moral: un individuo debe ser libre de actuar según su conciencia, siempre y cuando sus acciones no causen daño directo a otros. Un enfoque que amplifica el concepto de tolerancia dentro de la sociedad hacia diversas formas de vida y diferentes opiniones, incluso cuando estas son impopulares o desafían las normas sociales dominantes.


John Stuart Mill escribiendo

La defensa de la libertad individual que esgrime Mill tiene un eco significativo hacia las sociedades modernas. Sugiere que las políticas y leyes deberían inclinarse hacia la máxima expansión posible de la libertad individual, promoviendo así una sociedad más dinámica y adaptable, sin apartarse del principio del daño.


También, en este sentido, implica que la verdadera ética solo puede existir en un contexto de libertad, donde los individuos son libres de discutir, establecer debates y disentir sin ningún tipo de menoscabo por ello. De esta forma, no solo aboga por la libertad individual como un derecho, sino como un imperativo moral y social.

Un individuo debe ser libre de actuar según su conciencia, siempre y cuando sus acciones no causen daño directo a otros.

Por otra parte, en Sobre la libertad, nos ofrece una visión del heroísmo moralmente compleja y muy personal. No lo localiza en grandes actos públicos, sino en los actos de valentía cotidiana que suponen vivir auténticamente según los dictados de la propia conciencia. En este sentido, coincide con la idea de Thoreau de que la heroicidad debe expresarse a diario hasta en las decisiones más simples.


Para Mill, la cultura y la educación resultan cruciales para el desarrollo del sentido moral y social del individuo, y son fundamentales para que la libertad sea ejercida de manera responsable y efectiva en una sociedad. No podemos hablar de libertad sin un marco de responsabilidad adquirida por una correcta educación en valores y una comprensión de los límites que enmarcan la convivencia saludable entre las personas.


La educación, tal y como resalta en su escrito, no solo proporciona conocimiento, sino que también cultiva un juicio personal crítico y la capacidad de pensar de manera independiente no sujeta a influencias o manipulaciones externas. Sin una base sólida de educación y un entorno cultural que valore y promueva el debate abierto y racional, la libertad individual podría degenerar en egoísmos y, en definitiva, en el caos.

No podemos hablar de libertad sin un marco de responsabilidad adquirida por una correcta educación en valores

La forma en la que el individuo regula su conducta es a través de la educación, mediante la cual este desarrolla realmente su carácter. Una educación efectiva, según nos señala, debe ir más allá de la simple transmisión de conocimientos; debe fomentar la autonomía personal y el pensamiento crítico, preparando a los individuos para evaluar sus acciones y las consecuencias de estas dentro del marco del principio del daño.


Por otra parte, la cultura también juega un papel crucial en el mantenimiento y promoción de los valores democráticos y de la libertad individual. Mill sostiene que una amplia cultura vital puede ser una defensa contra la tiranía de la mayoría, ya que permite la existencia de una variedad de opiniones y estilos de vida, lo cual es esencial para la salud de cualquier democracia.


Aunque en la actualidad hemos sobrevalorado el significado de la mayoría, Mill lo desvincula de «lo correcto» siempre que esta mayoría no esté sujeta a las normas éticas y morales que devienen de una correcta educación y principios de acción.


Tirano y masa aborregada

Además, nos avisa sobre el riesgo del despotismo, ya sea en la forma de un gobernante autocrático o de la tiranía de la opinión mayoritaria manipulada. Aquí es donde la educación y la cultura adquieren un papel aún más crucial, ya que un pueblo educado y culturalmente activo es menos susceptible a ser manipulado y más probable que sostenga principios democráticos y liberales.


Podemos concluir la entrada afirmando que el pensamiento de Mill nos propone a un individuo con la capacidad para operar dentro de un contexto de libertad, siempre desde el uso de un juicio moral y sentido social óptimos, cualidades que debe desarrollar a través de la educación y la participación personal en su propia cultura, ambos, elementos inseparables para la aplicación de sus preceptos de libertad y responsabilidad personal.


Comments


Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page