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EL TAIJIQUAN VERDADERO



En esta entrada analizamos la forma en la que estamos interpretando el Taijiquan en la actualidad y cómo eso está pervirtiendo el concepto "arte marcial" en el ámbito de nuestra práctica. El Taijiquan necesita y debe ser interpretado correctamente sin entrar en los conflictos permanentes que se muestran en las redes sociales y en las escuelas. Esta entrada es una reflexión en voz alta de lo que pensamos sobre el Taijiquan del presente y cómo podríamos avanzar en la vida gracias a él.


LO QUE NO ES

El equipo humano que forma Tainostrum, las personas que formamos el alma de este proyecto, llevamos más de treinta años estudiando, practicando, desarrollando e investigando este maravilloso mundo marcial de los estilos internos. El Taijiquan es una de estas corrientes marciales, la principal de nuestra práctica. Su profundidad filosófica, técnica y multidisciplinar contrasta con la aparente simplicidad de sus rutinas adaptadas.


Si hay algo que hemos entendido, en este periodo de tiempo, es que el Taijiquan tiene muchas perspectivas posibles de análisis. Se puede observar desde ángulos muy diferentes y siempre obtenemos imágenes parciales de un puzle de extrema complejidad estructural. Como ciencia del movimiento, sorprenden sus premisas tan anticipadas en el tiempo a los modernos modelos biodinámicos. Cómo método profiláctico, su utilidad está más que demostrada con cientos de estudios científicos que acreditan los beneficios derivados de su correcta práctica.


El alma de la práctica marcial tradicional no es puramente racional. El concepto de «Arte Marcial», en su esencia más pura, no se refiere sólo un método de autodefensa, es mucho más. El arte marcial con mayúsculas no se basa exclusivamente en la aparente invencibilidad de lo físico; su constructo interior provoca la transformación de la persona, desde sus primeros pensamientos hasta la comprensión absoluta de sus límites y de cómo expandirlos.


Tensión y relajación contrastan con la idea de lánguida laxitud que se impone en ambientes poco cultivados, o extremadamente confundidos. Terreno fértil para charlatanes de lo improbable, sus misterios son tan extensos que se prestan a los cuentos que algunos se empeñan en vender como teorías demostradas de un universo paralelo. La realidad del Taijiquan tiene un solo componente incuestionable: la práctica constante sobre la base equilibrada de los dos opuestos complementarios e interdependientes, yin/yang.


UN MÉTODO DE TRANSFORMACIÓN

El objetivo de la práctica es, de un modo u otro, insistir hacia la transformación. El concepto de «transformación», que se aplica habitualmente en la idea técnica del sistema, también tiene su aplicación en el arte de verse a uno mismo para pulir las aristas de vivir contaminados. Hoy observo que nuestro colectivo de práctica sufre una profunda y aparentemente irreversible contaminación.


Hay europeos que aspiran a convertirse en personajes de películas chinas que ya ni se producen. Deportistas que, al amparo de una supuesta superioridad conceptual desde el mundo de la actividad física, confunden sentimiento con sensación y cultura con arquitectura. Profesores que intentan vender poderes de los cuales ellos mismos nunca hacen gala, quizá lo contrario mostrando actitudes que nada tienen que ver con el Wu De propio de un artista marcial.

El alma de la práctica marcial tradicional no es puramente racional.

Practicantes que discuten y pretenden justificar que su estilo es mejor que el de otros. Grandes maestros que sienten la pertenencia de un legado vinculado a un mero apellido, yermo terreno si no es abonado con el sudor del esfuerzo, la práctica constante y la reflexión sincera. Vendedores permanentes de la imagen que compiten con los mercados circenses de yogas que no lo son, o de terapias en un mundo que responde con esta coletilla a un mercado inagotable de aspirantes a enfermos dignos de pena.


Federaciones deportivas que reclaman su potestad para decidir quién sí y quién no, políticos que, sin haber oído hablar de nada de todo esto, apoyan a unos y defenestran a otros según el color de la camiseta con la que practican. Marcas comerciales que buscan un nuevo nicho de mercado desde el que sumarse al derribo de una economía doméstica cada vez más desgastada.


Franquicias de las genealogías que aspiran al resort hospitalario del entrenamiento marcial definitivo en la legendaria China, construyendo o reconstruyendo parques temáticos que compiten con los infantiles de toda la vida en un pack completo de turismo, deporte, entrenamiento e iluminación en 15 días.

La realidad del Taijiquan: la práctica constante sobre la base equilibrada de los dos opuestos complementarios e interdependientes, yin/yang.

¿POR QUÉ?

¿Por qué ocurre todo esto? ¿Cómo lo hemos fastidiado tanto? ¿Qué necesitamos realmente? Ya no hay verdaderos maestros absolutos, quizá nunca los hubo. Quizá, lo que tenemos en el ideal de nuestras mentes no es más que el resultado sumatorio de miles de mensajes interesados, mensajes que comparten, todos ellos, la voluntad por captar la atención de un usuario cada vez más confundido ante tan sórdida diversidad.


Criticamos, impedimos, regulamos y exigimos cuando apenas queda tiempo en el día ya, después de tanta contractura, de mover el alma y el suspiro emulando a los ancestros. Los imaginamos, los veneramos, los explicamos, pero somos incapaces de inspirarnos a nosotros mismos con el sincero abrazo de la práctica diaria permanente.


Trabajamos más el verbo que las posiciones, gastamos más saliva que sudor intentando vender algo que alimente a nuestro personaje/ego, uno que no quiere parar de crecer, uno que se siente extremadamente diferente. ¿Qué tiene todo esto que ver con el Dao?


PRACTICAR

Practicar es entregarse a una búsqueda, da igual si es este o aquel estilo. Es tanto el entuerto en el que andamos sumidos, que tenemos que tomar partido por la indagación, el análisis, la inteligencia y la reflexión permanente sobre todo esto. Tenemos que sudar, a diario, sentir constantemente qué está pasando cuando unimos la mente, el sentimiento, la respiración, el movimiento y el alma en un ejercicio tan simple como un mero caminar lento y consciente.


El Taijiquan no es un arma de combate, no es un método de meditación, no es una terapia, no es una filosofía religiosa, no es una forma de estirarse o de ganar condición física sin esfuerzo, no es en absoluto una gimnasia para la tercera edad. Todo esto son subdivisiones de un algo integral, sinérgico, holístico y dinámico que no responde a fracturas interesadas; que no se puede enmarcar en algo ideal si no cerramos el círculo de su completa comprensión. Quizá debamos empezar por aclarar «qué no es» para empezar a vislumbrar la realidad de lo que puede ser.

El objetivo de la práctica es, de un modo u otro, insistir hacia la transformación.

EL ARTE Y SUS BONDADES

La idea de «arte» es fundamental a la hora de interpretar su sentido. No debemos infravalorar esta palabra, no debemos confundirla con ciencia, con arma, con religión o con filosofía. De todo ello hay un poco en el modelo que nos llega. De todo ello podemos nutrir nuestra percepción personal de esta maravillosa vía para entender y comprender lo que somos, lo que hacemos y a dónde podemos llegar practicando.


La calma del espíritu es un objetivo clave en esta ruta. Es una calma que no puede ser imaginada, pensada o inducida, debe ser el estado natural que deviene del equilibrio interior y exterior. Mantener ese equilibrio en mitad de la tormenta, en mitad del combate, en medio de la vida es aquello para lo que una práctica diaria, sincera y precisa nos prepara.


Las artes marciales son una forma de afrontar la vida en su conjunto, desde una visión de permanencia, de lucha, de tenacidad, de constancia y de humilde justicia. Son una manera de entender la existencia desde la perspectiva de que nadie es más que nadie, pero con la clara convicción de que algunos hacen el bien y otros el mal, algunos no hacen nada y otros hacen mucho, algunos hablan y otros entrenan, algunos dan y otros piden, algunos lloran y otros escapan mientras unos pocos, ese grupo al que aspiramos formar parte, luchan incansablemente para definir el sentido equilibrado de su existencia real.


El espíritu de las artes marciales está ahí adentro empujando, gritando, luchando por tomar el control en mitad de todo este desconcierto. A él no le importa quién es el mejor maestro, el estilo más potente, la terapia más efectiva. Tan solo quiere una vía para salir a la superficie, para susurrarnos que la única victoria es llegar al final, que no vale hacerlo de cualquier forma y que ese final debe posponerse todo lo que podamos utilizando la práctica como herramienta para hacerlo.


No hay presente, pasado ni futuro, todo es ilusorio cuando comenzamos a fluir en el movimiento imaginando, focalizando, olvidando, posponiendo y controlando todo lo que fluye de forma desordenada en nuestro Ser interior. El movimiento exterior, la calma interior, la estructura correcta, la atención absoluta, la alternancia de intensidades son requisitos y a la vez objetivos de lo que hacemos.

La calma del espíritu es un objetivo clave en esta ruta

LA ESENCIA

Reducir algo tan enorme, tan hermoso, tan profundo a una mera ciencia de la lucha demuestra que nuestro círculo sigue estando inacabado, que nuestro ego sigue mandando en la plaza y que nuestro espíritu, el real que vive bajo toda esta inmundicia, aún no ha encontrado una fisura por la que poder salir para crear el fuego de la transformación real.


Jing, Qi y Shen no son una ruta de condimentos, no es un viaje desde la genitalidad a la espiritualidad edulcorada, son mucho más. Son segmentos de un camino, una ruta que marca la evolución de la esencia hasta florecer espiritualmente, una evolución que se produce gracias a la correcta administración de nuestra energía. Es una receta enorme de áreas que conjugar a través de la voluntad, una voluntad que la práctica refuerza intensamente.


No es quemar incienso e imaginar espiritualidades proyectadas, es sentir sinceramente la armonía interior que nos une con la armonía exterior, es el equilibrio absoluto que nos permite navegar la permanente tormenta vital que habitamos.

El movimiento exterior, la calma interior, la estructura correcta, la atención absoluta, la alternancia de intensidades son requisitos y a la vez objetivos de lo que hacemos.

CONCLUSIONES

Quizá haya un Taijiquan mejor que otro, no lo sé. En cualquier caso, cualquier práctica que no se realice con inteligencia, reflexión, estudio, dedicación, constancia, serenidad y humildad no llegará realmente a mucho en el terreno de la transformación del espíritu. Quizá porque estas exigencias son, en sí mismas, la carga que nos imponemos para provocar una adaptación de algo que no podemos tocar, sentir o manejar directamente.


Navegar unos contra otros no permitirá que consigamos gran cosa en la transmisión de cualquier legado. Contrastar, compartir, colaborar amablemente en descubrir en qué puede ayudarnos una forma u otra de practicar, quizá esa sea una vía más aceptable que la de la confrontación. El hábito de crecer contra otros debería tener sus días contados; necesitamos empezar la vía de crecer apoyándonos unos a otros, alimentando la inspiración de aquellos que han salido más tarde que nosotros y comprendiendo que, en ese acto de dar, podemos recibir matices propios en los que aún no habíamos caído.


Quizá si llegamos a comprender realmente que el Dao que puede ser nombrado no es el verdadero Dao, entonces, entenderemos la importancia de caminar juntos para ayudarnos mutuamente a comprender de qué va en realidad todo esto. Entiendo el Taijiquan como una vía más desde la que podemos transformarnos juntos suavemente. Una vía que nos permite hacerlo desde la comprensión y el amor, con la fortaleza y solidez que se deducen de las palabras que forman el término «Arte Marcial».


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