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El germen de la proactividad marcial


Entrenamiento en artes marciales en España

La cultura del mundo no puede fundarse

en la espontaneidad biológica del hombre, sino en

la deliberación, el orden y el esfuerzo


Ramiro de Maeztu

Defensa de la hispanidad


En la práctica marcial, la inercia juega un papel de enorme importancia. Como factor condicionante clave de la acción, aparece como una herencia de movimientos anteriores que condiciona los desenlaces inevitables de un presente aparentemente individualista.


Todo está ligado, entremezclado e influido en una línea de tiempo muchas veces difusa. La técnica que estudiamos surge como posible respuesta a una situación que es un conjunto de factores inmediatos, pero también es eco de un instante previo que condicionó las características de su particular configuración dinámica.


Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de todo lo que ocurre antes del "ahora" si queremos un cierto grado de preparación para lo que pueda venir después, convirtiendo con ello nuestra acción presente en un eslabón más de esa cadena que condiciona lo venidero.


Practicar artes marciales es prepararse para la dificultad, es estar debidamente orientado hacia la resolución de futuros imprevisibles, adversos u oscuros. En estos tiempos de negación de lo negativo, valga la antítesis, caemos en el error de prever un futuro luminoso donde todas las lámparas del camino no paran de parpadear. Somos testigos presenciales de  un posible futuro desordenado, mientras insistimos en adecentar nuestro presente con bondadosas e ilusorias expectativas. En cualquier caso, la realidad siempre aparece por las rendijas de lo absurdo y se cuela en nuestro presente devolviéndonos, a empujones o golpes si es necesario, al concreto de lo inmediato y constatable.


Nuestra función formativa en el ámbito marcial trata precisamente de abordar este problema y reconducir cualquier enfoque surrealista de lo que podría suceder en cada momento. Necesitamos aceptar la posibilidad de la adversidad, sin llamar a su puerta. Esto no es sencillo, más aún cuando crecemos y se educa en la creencia proclamada de que al trabajar con la violencia acabamos produciendo sus fétidos olores.  


Entrenamiento en artes marciales en España

Una cosa es trabajar con la violencia y otra bien distinta es producirla. La violencia, nos guste o no, está presente en cada faceta de la naturaleza de la que formamos parte. Es preciso no negarla para poder comprender las formas de dominar sus imprevisibles impulsos en los corazones menos cultivados. La práctica marcial trata de eso.


Entendemos que el individuo necesita un sustrato en el que crecer, un sustrato fértil y renovado que no carezca de los elementos fundamentales que dan lugar a la vida saludable, tanto física como espiritual. El ser humano es un ser potencialmente racional, pero también es espiritual, no podemos sacar esa parte de una ecuación que nos viene demostrando sus virtudes desde el comienzo de los tiempos. No somos meras máquinas biológicas sin sentido aparente y nuestra conciencia, nuestra memoria y nuestra inteligencia nos lo demuestran cada segundo de nuestra existencia.

Necesitamos aceptar la posibilidad de la adversidad sin llamar a su puerta.

Cultivar estos elementos: memoria, entendimiento y voluntad, nos permite dotar al alma humana de la fuerza suficiente para construir su sentido en medio de cualquier adversidad. No podemos descuidar este aspecto tan importante, y mucho menos los padres y madres o los educadores que asumimos en cuerpo y alma esa tarea.


Entrenamiento en artes marciales en España

Enseñar artes marciales no va solo de enseñar a luchar, que lo es, también va de fortalecer el espíritu fomentado la actitud de base que nos permitirá sobrevivir espiritualmente a cualquier situación que implique lo contrario. No podemos enfrentarnos a la vida sin la fuerza necesaria para hacerlo, por más que nos inviten, entre cantos de sirenas interesadas, a abandonarnos a la comodidad de lo prefijado por terceros para ser "felices". La felicidad no puede ser un objetivo real al que debamos aspirar, es la plenitud de la relación entre nuestra función biológica y espiritual la que nos confiere esa sensación agradable y efímera que llamamos "felicidad".


No somos plenos al adquirir algo que "ansiamos", al ganar una competición o al situarnos en un estatus social determinado, son las plenitudes que vivimos en los trayectos del esfuerzo y el autocultivo las que alimentan este sentimiento real. Somos felices realmente cuando nos mantenemos estables, coherentes e inmersos en una idea de conjunto que no excluya ningún aspecto de lo que somos y de lo que somos capaces de hacer.

El ser humano es un ser potencialmente racional, pero también es espiritual,

Esta plenitud también depende del eco que recibimos, de las imágenes de nuestros padres siendo coherentes, de nuestros maestros con conductas ejemplares, de nuestros políticos gobernando con rectitud y honestidad. Somos plenos cuando entendemos qué somos, quiénes participan de lo que somos y cómo nos proyectamos en el conjunto para desarrollar el potencial que nuestro cuerpo/mente y nuestro espíritu nos susurran en su diálogo interior.


Entrenamiento en artes marciales en España

Uno de los pilares de la efectividad marcial es la solidez del espíritu frente a lo terrible. Unas solidez que se construye con la constancia de entrenar a diario con disciplina, desarrollando la voluntad necesaria para hacer lo que debemos, incluso cuando no nos apetece. Trabajamos a diario para crear una fuerte predisposición a la acción para cambiar lo que se está torciendo; torceduras del alma en las que se alternan las influencias mediáticas, el materialismo absoluto o la imposibilidad para mirar al pasado y que este no sobreviva al estímulo adverso de la novedad.


Somos criaturas de nuestro tiempo, pero tenemos el respaldo de un pasado brillante en el que la oscuridad que se empeñan en transmitirnos a diario no es el todo, solo una parte de lo que pasó. Aprender de ello, revisar nuestro presente, asumiendo los riesgos que hay detrás de "no mirar atrás para aprender de ello", de eso va la práctica y por eso es tan importante el ejemplo proactivo de los padres, los profesores, los profesionales y los gobernantes que definen el mundo en el que cada persona vive.


desastre humano

Nadie empujaría a su hijo desde un precipicio por el simple hecho de que una gran mayoría de personas lo hace. No se trata de ir contracorriente, pero cuando la locura se generaliza es preciso detenerse, razonar, revisar la memoria y activar un sentido común que dirija nuestra acción en otra dirección diferente. Vivimos tiempos de una excesiva mediocridad espiritual y una parte de la cura no puede ser el fomento de la indolencia, de esperar que todo cambie o de, simplemente, imaginar un futuro automáticamente diferente.


Es la acción resuelta, inmediata y constante de los que viven en conciencia la que puede generar un cambio, algo que nos saque del desastre. Un desastre social y espiritual al que nos están empujando al infravalorar las virtudes que definen a lo humano como un ser biológico y espiritual a la vez.


Por más que certifiquen sin pruebas que somos un amasijo de células sin sentido, generadas por una inercia desconocida desde un principio incierto, en lo más profundo de nuestro Ser algo nos susurra lo contrario.

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