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EL FACTOR MEDITATIVO EN LA PRÁCTICA DEL TAIJIQUAN 3



Localizando los ejes meditativos de la práctica


Las dos vías de acción dentro del arte son el Dui Lian y el Dan Lian, es decir, la práctica con compañero y la práctica en solitario. Ambas apuntan a este objetivo de equilibrar el interior y el exterior desde dos planos diferentes.


En la acción con compañero la emergencia cognitiva y emocional de la interacción externa nos llevará a un tipo concreto de expresión que tendrá su reflejo en la tensión corporal, en la adopción de un gesto, una postura y una reactividad que deben ser moduladas. Creamos el escenario de reto ante el cual los métodos de trabajo nos permitirán educar todos estos elementos llevándolos al terreno de la filosofía de equilibrio del «movimiento dentro de la quietud».



La práctica del Tui Shou o del San Shou integran formas de meditación diferentes. Formas en las que el eje de progreso se centra en la visión clara de nuestras reacciones emocionales frente al contacto, de las reacciones emergentes profundamente arraigadas que nos obligan a posicionar nuestro ego frente al otro sin menoscabo para ninguna de las partes.


Se rompe en ese momento todo intento de competencia para establecer el proceso de flujo que buscamos. Este proceso parte desde la interacción de dos energías implicadas en el noble acto de avanzar hacia lo interior desde lo más externo de nuestra actividad vital: el contacto con el otro.


Cuando realizamos las formas (Taolu), la mente se encuentra de frente con un discurso interior permanente que pretende ceñirse a sus rutinas diarias de actividad. La necesidad de devolver el foco a la atención permanente del movimiento, a la respiración, a la coordinación, al equilibrio o al ritmo al que nos movemos, dificulta este pretendido discurso, cuando no entra en permanente y directa pugna con él.



A veces, esta lucha interior por apartarse del discurso reflexivo sobre pasado, presente y futuro es lo que genera esa tensión evolutiva que buscamos; esa resistencia contenedora que exige una progresión en términos de dominio interior para conseguir el estado de equilibrio y plenitud al que aspiramos.


El que busca directamente una sensación de bienestar a través del entrenamiento debe sopesar estas exigencias iniciales de lucha interior que son, cuando menos, poco agradables en sus comienzos. El maestro, o el profesor, debe guiar al alumno en esta pugna, y debe hacerlo aportando elementos que le permitan superar los obstáculos que, tanto para el Dan Lian como para el Dui Lian, van a surgir desde el comienzo.


Queremos alcanzar un estado de control, de progresión y de observación directa sin que aparezca la energía mental que nos empuja a separarnos de la acción, a dividir nuestro pensamiento y llevarlo de acá para allá como efecto derivado de una inercia de acción no decidida.


El encuentro con la esencia requiere que seamos capaces de calmar la mente y las emociones de forma voluntaria, que retomemos el control de nuestra tensión corporal, una tensión que deriva de pensamientos erráticos que surgen de espacios de nuestra mente generalmente descontrolados.



El equilibrio requiere esfuerzo, requiere tensión, trabajo y, sobre todo, demanda percepción consciente de todo lo que está pasando. Este esfuerzo es imprescindible para que la pura intuición que tenemos en nuestro código natural de supervivencia ajuste y oriente, desde su más ancestral origen, la dimensión evolutiva real de nuestro Ser.


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