EL FACTOR MEDITATIVO EN LA PRÁCTICA DEL TAIJIQUAN 2
Los objetivos generales y específicos de la práctica
La búsqueda del equilibrio es un objetivo vital natural del ser humano y de todos los animales que pueblan la tierra. Podemos decir que es una condición presente en casi todos los elementos que conforman la naturaleza y el universo.
Todo se rige en base a una búsqueda permanente de la homeostasis, un estado de equilibrio interior y exterior que nos confiere la sensación de plenitud y bienestar que todos buscamos. Nuestras acciones derivan de una expectativa de placer o dolor influenciada por nuestros recuerdos, nuestra inteligencia y nuestra intuición más primitiva.
La práctica marcial busca desarrollar los elementos personales integrados que permiten mantener esa homeostasis, ese equilibrio organizado entre existencia interior y existencia exterior. Toda nuestra evolución depende de nuestro potencial adaptativo. Esta adaptación solo se da si superamos correctamente los retos que la vida nos pone por delante y al hacerlo no nos deterioramos en exceso, es decir, conseguimos dejar la huella de lo sufrido el tiempo suficiente para que nuestra estructura biológica genere los cambios adaptativos que nos permitan superarlos más fácilmente la próxima vez que se nos presenten.
El modelo marcial del Taijiquan se define a sí mismo desde este objetivo. Nos muestra una vía flexible, adaptativa, comprensiva y fluida de afrontar los problemas desde lo material hasta lo puramente cognitivo. Sus conceptos viajan siempre en dos direcciones, una hacia la máxima complejidad estructural de un conflicto físico de supervivencia y otra hacia la búsqueda de nuestro más primitivo origen, territorio al que debemos llegar para dominar las interferencias naturales que se producen cuando el alma y la razón llegan a entrar en conflicto.
Aspectos fundamentales de la meditación en el contexto de la práctica
La meditación es una herramienta de incalculable valor para dotar de estrés, resistencia y adaptación a nuestra dimensión mental y espiritual. Desde la meditación proponemos un método de contener algo que es aparentemente incontenible, ingobernable y de una profundidad evolutiva absoluta. Esta antigüedad evolutiva nos impide vislumbrar con claridad al personaje principal de nuestros actos cuando tomamos decisiones simples en nuestra vida.
La configuración original del Taijiquan tiene una dimensión simbólica incuestionable. Una simbología que entra de lleno en la naturaleza profunda del individuo si somos capaces de percibirla entre sus elementos más significativos. Dos de estos símbolos trascendentales aparecen representados en el virtual combate entre una grulla y una serpiente observado por el mítico Chang Sang Feng.
El combate simbólico entre la grulla y la serpiente nos habla metafóricamente de esta tensión permanente entre lo espiritual y lo material; de su pugna y de las características necesarias de cada uno de estos dos elementos en su correspondiente escenario de desarrollo.
La serpiente, como símbolo de la tierra y la materialidad del individuo, desarrolla sus cualidades de adaptación cambiando de piel, desviando los obstáculos sin romperlos o deslizándose con suavidad por los espacios más erosionados. La letalidad de su precisión, su veneno y su fuerza contrastan con la sutileza ondulatoria y constante de su movimiento. Es nuestro vínculo simbólico con el origen más primitivo de nuestra evolución.
La grulla despliega su enorme envergadura para afrontar la necesaria acción de volar, de elevarse y de amplificar su visión general de las cosas. Su equilibrio, su pureza y la gracilidad de sus acciones nos ponen de nuevo en un plano interpretativo de aquello que representa nuestra más antigua voluntad de ascenso hacia lo divino. Su fiereza, determinación en la acción y valentía frente a oponentes de todo tipo contrasta con su aparente frágil estructura en la quietud y su blancura inmaculada. Es, de algún modo, nuestro vínculo simbólico con el futuro más esperanzador con el que soñamos: la trascendencia.
Meditar es una acción intermedia en la que estas serpiente y grulla metafóricas negocian su interacción positiva para generar la expansión que producen, irremediablemente, dos fuerzas que tiran en dos direcciones diferentes.
La circularidad del cambio obliga a transformar y modificar permanentemente la dimensión de la acción, pero el equilibrio de estas dos acciones permite crecer y aumentar constantemente nuestro yin y nuestro yang como partes de un todo presente indivisible, aunque deformable.
El Taijiquan es, por lo tanto, un sistema que tiene en cuenta tanto la parte material, superviviente, adaptativa y en contacto con la materialidad de la existencia, como la parte espiritual, ascendente, sutil y en contacto con los planos superiores del Ser que en definitiva somos.
En la práctica alimentamos correctamente ambos conceptos para darle la amplitud necesaria a un entrenamiento que busca el desarrollo integral del conjunto de la persona en los planos naturales de su existencia (cuerpo, mente y espíritu).
¿Cómo abordamos entonces la meditación dentro del Taijiquan? Esta pregunta tan lógica aparece y desaparece según las necesidades que la práctica nos va sugiriendo.
Por una parte, tenemos que asumir que el desarrollo de un arte marcial requiere tiempo, constancia, progresión, instrucción, voluntad, integración y análisis para que el proceso se retroalimente y genere las necesarias energías externas e internas que deben soportar por sí solas todo el proceso.
Podemos ver la práctica como un conjunto de sub-prácticas que se realizan a diario: Qigong, gimnasia, meditación, lucha, estiramiento, filosofía, etc. Pero también podemos ajustar esa visión para comprender que todo esto está ya integrado en la base de su propio desarrollo estructural desde la propia práctica de sus formas (Taolu).
No necesitamos sentarnos a meditar durante horas si somos capaces de entender la intensidad de concentración que requiere el aprendizaje, desarrollo y práctica habitual de las formas de Taijiquan.
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