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EL FACTOR MEDITATIVO EN LA PRÁCTICA DEL TAIJIQUAN 1



La dimensión profunda del Taijiquan es enorme. Como práctica psicofísica su valor radica en una estructura que ha sabido conjugar lo interno con lo externo, lo corporal con lo mental y lo material con lo puramente energético. Su base filosófica es tan refinada que podemos hablar de todo el Taijiquan en términos de yin y yang, sus dos principios arquetípicos.


La meditación se establece en muchas corrientes psicofísicas como el instrumento adecuado para abordar la parte interna del trabajo, el control y desarrollo de la mente introspectiva y vigilante que ayuda en la búsqueda espiritual. Es importante entender por qué es tan importante este trabajo en un arte marcial y, sobre todo, comprender la necesidad de que el entrenamiento de la mente siga las pautas funcionales y de especificidad que se está aplicando de forma sistemática al entrenamiento del cuerpo. Todo ello aparece enmarcado en el modelo de práctica tradicional del Taijiquan.


El Taijiquan, como sistema completo e integrado, no requiere entrenamientos complementarios que ayuden a solucionar déficits estructurales o carencias de profundidad sobre elementos que ya vienen establecidos dentro de la propia disciplina. No necesita añadidos externos que deban ser posteriormente transferidos al núcleo de la práctica diaria.


Es preciso que adoptemos una visión de unidad estructural y funcional para poder abordar el análisis del aspecto meditativo de la práctica. Esta unidad contiene todos los elementos que permiten que el Taijiquan sea un vehículo de gran valor para el crecimiento interior, así como para el desarrollo integral del Ser en toda su amplitud y complejidad, tanto intrínseca como extrínseca.


La dimensión integral del Taijiquan como disciplina marcial

El Taijiquan es un sistema marcial. Una práctica cuyas estructuras corporales se basan en modelos utilizados para el combate, modelos que permiten desarrollar habilidades combativas de tipo interno.


No obstante, cuando hablamos de Taijiquan como sistema completo e integrado no nos referimos a él exclusivamente como un método luchatorio. Tenemos que redefinir al máximo el concepto de «arte marcial» para entender correctamente la dimensión de lo que estamos analizando.


El concepto de marcialidad establece un modelo de práctica en el que el individuo desarrolla un espíritu de combate frente a la adversidad, frente a los peligros y retos inherentes a la vida. «Arte marcial» no significa exclusivamente «habilidades para el combate».


Nos encontramos frente a una vía en la que el individuo opta por cultivar un carácter fuerte y eficaz frente a la adversidad. Un carácter que le permita vencer las resistencias naturales de la vida para afrontar acciones que le permiten un cierto grado de adaptación y, por tanto, de evolución.


Esta adquisición se realiza durante el aprendizaje de estructuras técnicas, tácticas, estratégicas, conceptuales y filosóficas que requieren un enfoque sinérgico de los diferentes elementos que componen a la persona.


La mayoría de los textos antiguos entremezclan factores culturales, médicos, filosóficos o puramente pugilísticos en su interpretación del conjunto. Sin embargo, debemos de trascender todos estos elementos para fijarnos en su fin último, un fin que guarda relación directa con el símbolo que da pie a toda su filosofía subyacente.


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