Dit Da Jow, prisas y sentido
La práctica marcial tradicional no está nunca exenta de riesgos. Practicar un arte que requiere contacto luchatorio entre dos o más personas conlleva un determinado riesgo de lesión que todos los sistemas intentan paliar con diferentes estrategias.
El uso de protecciones, o un entrenamiento gradual establecido en un marco de acondicionamiento corporal progresivo, pueden reducir considerablemente este riesgo. La progresión, el nivel de contacto y la atenta vigilancia del profesor, o maestro, deberían ser garantía suficiente para disfrutar de una práctica bastante segura.
Es cierto que la influencia del cine o de los eventos deportivos de reglamentación reducida contribuyen a relacionar mediáticamente a las artes marciales con el daño físico inevitable. Cualquier futbolista, ciclista, tenista o escalador corre muchos más riesgos físicos en el desempeño de sus actividades que un artista marcial en el ámbito de una escuela tradicional seria de artes marciales.
Aunque mucha gente discute esto, la evidencia sobre el riesgo y sobre las lesiones derivadas de una u otra práctica deportiva son fácilmente rastreables entre los múltiples estudios que existen sobre esta temática.
Las investigaciones revelan que la práctica de deportes de equipo, sobre todo aquellos en los que existe contacto, entraña un mayor índice de lesiones en sus practicantes (Briscoe, 1985; Nicholl, Coleman y Williams, 1995; Sahlin, 1990; Ytterstad, 1996). El fútbol es uno de los deportes en el que mayor incidencia de lesiones se producen (Majewski, Sussanne y Klaus, 2006).
El riesgo no es inexistente en la práctica marcial, motivo por el que el segmento del «acondicionamiento» es insalvable en cualquier programa o sesión de entrenamiento. Por otra parte, el enfoque de muchas escuelas de Wushu sobre este tema sigue esgrimiendo el argumento de «método tradicional» para justificar un modelo de acondicionamiento basado en el dolor y el sufrimiento. Aunque en la práctica tenemos que enfrentarnos a estas dos palabras con bastante asiduidad, creo que disponemos de información actualizada más que suficiente como para trascender este modelo obsoleto, limitante y perjudicial para la salud.
Hemos tratado en otros artículos del blog la idea del acondicionamiento progresivo como fórmula para mejorar la seguridad en el entrenamiento y ayudar al mantenimiento de un estado óptimo de salud. La imagen del alumno principiante realizando ejercicios de acondicionamiento con alumnos ya acondicionados a los impactos, por ejemplo, sigue resultando ofensiva a los ojos de cualquiera que conozca en profundidad cómo funciona esto del endurecimiento y cuáles son los daños derivados de estas interacciones asimétricas.
En este sentido, el cine y las historias de gente indestructible ha tenido una importante proporción de culpa. Ahora se suman al desaguisado los rompedores que aparecen en plataformas videográficas y redes sociales mostrando sus muñones acolchados en rompimientos que no tienen ni sentido ni utilidad para el conjunto de cualquier método marcial de práctica.
Para acondicionar no hay que romperse el cuerpo, tan solo ir aumentando de forma progresiva, consciente e inteligente la carga de impacto que se recibe. El sentido de los hematomas, hinchazones o estancamientos energéticos tiene que ver, como casi siempre, con la prisa, la incomprensión o una estúpida nostalgia cinematográfica ya inoportuna en pleno siglo XXI.
A la hora de evaluar cuál es el deporte que genera más lesiones, se deben comparar las características de cada uno y el índice de lesiones establecido para estos. ¿Qué es el índice de lesiones? Se trata de un número medio de lesiones que se dan por cada mil horas de práctica de esa actividad.
El sentido de estos entrenamientos en el pasado sí estaba justificado. La urgencia de disponer rápidamente de potencial de lucha y de superar situaciones críticas casi a diario era más que evidente. Un entorno hostil, con un alto riesgo combativo, o con posibilidades de tener que enfrentarse a individuos con un alto nivel de formación marcial, exigía un acortamiento de los tiempos de progresión para lograr el mejor acondicionamiento en el menor tiempo posible.
De esta idea se deriva lo que en la práctica tradicional conocemos como Dit Da Jow. Se trata de un tipo de linimento a base de hierbas y alcohol utilizado habitualmente en muchas escuelas con una finalidad analgésica o para curar hematomas, contusiones y desbloquear el estancamiento de sangre en los canales, colaterales y meridianos. Existen tantas fórmulas herbales diferentes como escuelas y, sobre todo en el sur de china, muchas de ellas eran secretas y transmitidas exclusivamente en el seno de cada familia marcial.
La existencia de estas fórmulas herbales como fórmulas para paliar los daños de un mal sistema de acondicionamiento es similar al uso de cremas analgésicas o reparadoras usadas habitualmente en muchas modalidades deportivas de nuestro tiempo.
Hacer un entrenamiento que genera daños en nuestro cuerpo y tratarlo con medicamentos para reducir el dolor, con la finalidad de continuar entrenando, tiene tan poco sentido como entrenar cualquier deporte hasta la rotura masiva de las fibras musculares y después utilizar medicamentos como medio de poder seguir rompiendo el cuerpo sesión de entrenamiento tras sesión de entrenamiento.
Para acondicionar no hay que romperse el cuerpo, tan solo ir aumentando de forma progresiva, consciente e inteligente la carga de impacto que se recibe.
Vivimos en los tiempos de lo urgente, de lo inmediato y del consumo de productos que hagan el trabajo por nosotros. Mucha gente quiere ganar músculo ingiriendo todo tipo de productos desarrollados para deportistas, pero a veces olvida que nuestro cuerpo no se adapta por lo que ingiere o se le aplica, sino por lo que hace y por cómo lo hace. Con el Dit Da Jow se cumple del mismo modo esta regla, no se trata de una colonia endurecedora tal y como algunos la ven.
Las cargas siempre son el factor determinante que provocará determinado tipos de adaptaciones saludables, o que supongan una mejora de rendimiento en la actividad planteada. Por gastar litros de Dit Da Jow no tendremos huesos más fuertes, piel más resistente o músculos mejor acondicionados a los impactos. Estamos ante un medicamento para solucionar los problemas de un entrenamiento fuera del marco de la salud basado en una teoría y condiciones que no pueden sostenerse en nuestros días.
Por más que los tradicionalistas más ortodoxos insistan en que la fórmula idónea para el acondicionamiento es que se te rompan los brazos entrenando, en mi experiencia (incluyo la ruptura de los brazos y sus músculos) este es un camino rápido pero malo.
Debemos acondicionar poco a poco, sin hematomas, con impactos progresivos, pero con un dolor relativo y soportable. La sistemática no puede ser nunca de personas hiper acondicionadas golpeando con dureza a personas sin dicho acondicionamiento. Esto parece tener más que ver con el establecimiento de una jerarquía de «duros» dentro de la escuela que con una finalidad constructiva de los elementos de impacto que utilizaremos en cualquier combate.
Entrenar contra árboles, muñecos de madera o bolsas de golpeo puede ser una forma de abordar este acondicionamiento de brazos imprescindible para la práctica marcial, sobre todo los estilos más basados en estructuras de puentes de brazos, camisa de hierro o palmas y dedos de hierro. Pero debe hacerse en un marco seguro, saludable y no sujeto al uso continuado de ningún tipo de medicamento externo.
La insistencia, la repetición, la regulación y el incremento progresivo de la carga de impacto, frotación, presión o actividad, entre otros factores de tipo energético como el Qi Gong, determinarán nuestro acondicionamiento saludable para un modelo de práctica que no puede permitirse inutilizar partes de nuestro cuerpo en base a algo que se vio en alguna ocasión en una película.
El futuro nos va mostrando cómo repercute todo eso en el cuerpo y cómo llegan a la ancianidad algunos de estos maestros rotos, una y otra vez, a lo largo de sus años de sufrimiento, dolor y litros y litros de Dit Da Jow.
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