top of page

Despertar de los sueños olímpicos



Se acabaron las olimpiadas de París. Una vez más, hemos sido testigos de este enorme acontecimiento que cada cuatro años pone al deporte en un primer plano mediático de todo el mundo. Un evento que, por su magnitud, presupuesto (4.400 millones de euros para esta ocasión) repercusión mediática, implicación internacional y nivel deportivo es el mejor escaparate que existe para promover los "valores" que habitualmente se asocian con el deporte.


Los primeros juegos olímpicos se celebraron en el año 776 a.C. en la ciudad de Olimpia, en Grecia. Era una cita con un marcado carácter religioso y cultural realizada en honor a Zeus, el principal dios del panteón griego. Como el resto de los denominados Juegos Panhelénicos (olímpicos, píticos, ístmicos y nemeos), eran organizados por las antiguas ciudades-estado griegas bajo el auspicio de las autoridades religiosas y políticas. Muchos de los dioses del panteón griego recibían culto directo en estos juegos (Zeus, Apolo o Poseidón) incluyendo ceremonias, sacrificios y diferentes festivales culturales.

Los primeros juegos olímpicos de la antigüedad consistieron en una sola prueba: la carrera a pie conocida como «stade», que tenía una longitud de aproximadamente 192 metros. Con el tiempo, se fueron añadiendo más modalidades, como la lucha, el pentatlón (que incluía carrera, salto de longitud, lanzamiento de jabalina, lanzamiento de disco y lucha), el pugilato, el pancracio, la carrera de carros y otros deportes que probaban la fuerza, la resistencia y la habilidad de los atletas. Este incremento de disciplinas hizo que la duración de las olimpiadas se fuese ampliando en cada convocatoria, pasando de un día a cinco días de vigencia, algo muy alejado de la duración de las actuales olimpiadas.

Los primeros juegos olímpicos se celebraron en el año 776 a.C. en la ciudad de Olimpia, en Grecia.

Aunque los juegos siguieron celebrándose durante más de mil años, acabaron siendo abolidos por el emperador romano Teodosio I en el año 393 d.C., como parte de su esfuerzo por suprimir los cultos paganos en el Imperio Romano, que en ese momento estaba adoptando el cristianismo como religión oficial.


No fue hasta el siglo XIX que los juegos olímpicos fueron resucitados por el famoso pedagogo e historiador aristócrata francés Pierre de Coubertin, adaptándolos a los tiempos modernos y dando origen a los Juegos Olímpicos tal y como los conocemos actualmente. Coubertin estaba profundamente influenciado por el sistema educativo inglés, especialmente por el enfoque en la educación física que se practicaba en las escuelas británicas.


Imagen de Pierre de Coubertin
Imagen de Pierre de Coubertin

Creía que el deporte podía fomentar el desarrollo moral y físico de los jóvenes, crear una sociedad de individuos fuertes, sanos y de sólida ética; también vio el olimpismo como un medio para promover la paz, la amistad y la comprensión entre las naciones, creyendo firmemente en el poder del deporte para unir a las personas, independientemente de su origen, cultura o religión.


En 1894, organizó un congreso en la Sorbona, París, donde propuso la restauración de los Juegos Olímpicos. Este evento llevó a la fundación del Comité Olímpico Internacional (COI), y dos años más tarde, en 1896, se celebraron los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna en Atenas, Grecia. Desde entonces, todos estos objetivos de excelencia humana se han ido disolviendo, olimpiada tras olimpiada, quedando como una mera anécdota épica dentro de un mar de competitividad nacionalista y comercial.

Creía en el poder del deporte para unir a las personas, independientemente de su origen, cultura o religión.

Muchos de esos valores que se pretendían difundir al principio no son ajenos a nuestro entorno marcial; en realidad son muy similares a los que se intentan fomentar en el ámbito de las escuelas de artes marciales tradicionales. Por desgracia, la inclusión de algunas artes marciales en las olimpiadas no ha significado una revitalización o mejora de estos valores a nivel general, ni ha venido a solucionar los grandes problemas de incoherencia que han sufrido las olimpiadas desde su reinvención en el siglo XIX, muchos de ellos aún pendientes de resolver.


Hay abundante información muy contrastada que nos presenta algunas facetas oscuras de todo este entramado deportivo global; un gran fenómeno social que se ha ido alejando cada vez más de los elevados principios fundacionales que le devolvieron la vigencia a la idea olímpica. El dopaje, los sobornos, las manipulaciones mediáticas e ideológicas o la intervención de las grandes corporaciones económicas, con sus intereses particulares e incoherencias respecto a la idea de salud, han sido una constante a lo largo de todos estos años.



La introducción de deportes marciales como el judo, el taekwondo o el boxeo, sin contar la reciente y breve introducción del karate, no han mejorado estos valores ni estos principios como cabría esperar, haciendo más mal que bien a estas disciplinas, con versiones deportivas que van desde lo absurdo en el ámbito marcial a lo insoportable en el plano visual.


 Un claro ejemplo del deterioro que ha sufrido una gran disciplina de combate deportivo


Aunque muchos deportes marciales aspiran al sueño olímpico, como ocurre con el Wushu deportivo, que sufrió todo tipo de injerencias para impedir que fuese disciplina olímpica en Juegos Olímpicos de Verano de 2008 celebrados en Beijing, China, y viendo la evolución que han tenido las disciplinas marciales integradas en el mundo olímpico, no parece que sea la opción óptima para la transmisión de un legado que va en otra dirección, un modelo artístico humanista que no termina de encontrar un espacio coherente en el que ubicarse dentro del ámbito del deporte.


Y es que los valores que le adjudicamos actualmente al deporte en general, y al olimpismo en particular, no son ya los que pretendía fomentar su promotor de excelencia, amistad y respeto, ni tienen nada que ver con el Wude que pretendemos implementar en nuestras escuelas. Se han convertido en un nido de competencia política en la que la inversión manda y los valores quedan en el tejado de los deportistas que se dejan la salud en alcanzar el rendimiento necesario para el medallero.


Leyendo el magnífico libro de Alex Gillis, Un arte mortal. La historia oculta del Taekwondo, he revivido una y otra vez todas estas incoherencias al conocer, por ejemplo, el modelo de «poda» que se realizaba en las olimpiadas de taekwondo para favorecer o perjudicar a uno u otro competidor según los intereses políticos del país. La trama política que hay detrás de la inclusión del Taekwondo como disciplina olímpica parece, según su autor, propia de un libro de espías y queda claramente expuesta en este libro que recomiendo a todos aquellos nostálgicos del sueño olímpico.



Por desgracia, la realidad es siempre un poco más oscura que las luces que transmite el fuego robado a los dioses por Prometeo y que forma parte del simbolismo de fondo que hay en el traspaso de la aclamada antorcha olímpica. Esto queda muy latente en en otro libro de referencia para este tema: Los señores de los cinco anillos, en el que Vyv Simson y Steve Gillis abordan con un estilo periodístico excepcional los aspectos más reprobables de este fenómeno deportivo de masas.


Se critica la politización de los Juegos Olímpicos, como por ejemplo los boicots de los Estados Unidos y otros países occidentales a los juegos de Moscú 1980, y la posterior represalia soviética en Los Ángeles 1984, o la utilización de los Juegos como plataforma para promover ideologías, como fue el caso de los Juegos de Berlín 1936 bajo el régimen nazi.



También se critica, y con acierto, cómo el COI ha explotado su autoridad para obtener enormes beneficios económicos, a veces a expensas de los valores originales del olimpismo. El libro aborda escándalos relacionados con la compra de votos para elegir ciudades sede de los juegos, destacando el caso de los Juegos de Invierno de Salt Lake City en el 2002.


Otro de sus temas centrales es el dopaje. Se examina cómo ha afectado la credibilidad de los juegos y cómo algunos países han desarrollado programas de dopaje sistemático para garantizar victorias olímpicas. Uno de los ejemplos más escandalosos fueron los programas de dopaje en Alemania oriental en los años 70 y 80 y las insuficientes medidas del COI para erradicarlo.


Marita Koch de la DDR en una prueba preparatoria para los JJOO de 1984

No queda sin crítica el impacto que la organización de los Juegos Olímpicos tiene sobre las ciudades sede. Parte de este impacto se describe en cómo los Juegos pueden llevar a las ciudades a gastar miles de millones de dólares, muchas veces generando deudas que tardan décadas en ser pagadas. Otros efectos negativos que se exponen en este sentido son la demolición de viviendas para construir infraestructuras olímpicas o el desplazamiento forzoso de personas y la gentrificación de áreas urbanas.


Históricamente, los juegos también han reflejado y perpetuado desigualdades, incluyendo cómo los países más ricos acaban dominando los juegos (ver medallero) gracias a programas de entrenamiento, sistemas médicos avanzados, subvenciones deportivas, premios metálicos y desarrollo de programas de tecnificación de atletas que dependen de las partidas económicas que se pueden destinar a ello. Un claro ejemplo es el cambio en el medallero español desde que se implementó el sistema ADO de apoyo a los deportistas.


En cualquier caso, esta información debería hacernos reflexionar sobre el contexto. En particular sobre la necesidad de integrarnos en este maremágnum extraño, que poco o nada tiene que ver con la finalidad última de los sistemas marciales tradicionales, aunque mucho que ver con el flujo de millones de euros que se desprende de pertenecer al club de los olímpicos, sea cuales sean los valores reales que haya tras ello.


Mientras tanto, seguiremos viendo cómo las disciplinas marciales siguen transformándose para ser cada vez más olímpicas, mientras se desprenden de su esencia por el camino. Un gran error de mala adaptación compartido para seguir estando inmersos en esa enorme trama de intereses internacionales, de pugnas federativas, de privilegiados económicos y de ideólogos de lo absurdo; un popurrí de factores que han teñido de incoherencia casi todo lo que a los artistas marciales nos afecta de todo este gran espectáculo.


Comments


Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page