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DESCUBRE TU MEJOR FORMA


La habitual confusión entre entrenamiento y realidad tiene su máximo exponente en las apreciaciones que se suelen hacer sobre las formas. Algunos las tildan de baile, otros de secuencia de patrones que poco o nada tienen que ver con el combate. Valoraciones realizadas siempre por personas que no tienen una experiencia continuada y persistente en el estudio, práctica y desarrollo de estas estructuras.

La mayoría de los grandes maestros del Wushu coinciden en afirmar que los estilos, tal y como los conocemos ahora, son muy diferentes de los métodos marciales antecesores. El concepto de Taolu o forma es relativamente reciente (hablamos del orden de 200 o 300 años). Originalmente, dentro de cada estilo se solían practicar técnicas de forma aislada. Técnicas muy representativas de una filosofía concreta y característica de abordar el combate.

La evolución natural de los estilos ha ido incorporando técnicas a su arsenal específico. Estas se han ido integrando en secuencias de trabajo que han dado lugar a lo que hoy conocemos como formas. Las formas son una evolución dentro del entrenamiento, una visión multidimensional de una manera diferente de desarrollar las habilidades que tanto buscamos adquirir para el combate.



Las fantasías aplicativas de las películas o las adaptaciones deportivas incoherentes no tienen mucho que ver con el sentido real del trabajo de formas en los estilos tradicionales. Una de las lacras que ha heredado y que sigue sufriendo el trabajo de formas es su utilización comercial por parte de algunos maestros, que han visto en ellas una matriz inagotable de productos vendibles a un público hipnotizado por la cantidad y la espectacularidad. Terreno abonado para el carácter coleccionista que tienen algunos practicantes que confunden el principio de habilidad con el relleno de contenidos.

Hay estilos con cientos de formas, algo que rompe por completo el mismo principio que rige en el lenguaje y, de algún modo, en la vida: la economía. Esta entrada no es una crítica a los estilos que tienen cientos de formas en su arsenal, pero para cualquier persona vinculada al entrenamiento marcial sabe, sobre todo, que el tiempo es oro y que tenemos poco para lograr objetivos muy concretos.

¿Por qué tantas formas y con técnicas a veces tan parecidas? Abarcar el total de posibilidades que pueden darse en un combate es literalmente imposible. No podemos prepararnos para todo sumando millones de fragmentos que tendríamos que entrelazar a lo largo de miles de vidas. El prácticamente medio, además, no dedica en realidad ni una tercera parte de lo que se necesita practicar para desarrollar una habilidad específica en un determinado procedimiento.

En su libro Outliers. The story of success Malcolm Gladwell aborda un análisis detallado de la teoría de las 10.000 horas para el desarrollo de cualquier habilidad excepcional. Las distribuye en un desarrollo sostenido en el tiempo que puede ser de 10 horas semanales durante 20 años, de 20 horas semanales durante 10 años o de 40 horas semanales durante 5 años. De esta regla se deduce que tenemos que entrenar más intensamente, de forma más reiterada y mucho más específica sobre aquello que necesitamos desarrollar.

Nos volcamos demasiado en hablar, estudiar patrones o interrelacionar ideas mientras el tren de la habilidad se aleja irremediablemente sin que hayamos sido capaces de poner un pie en el vagón de la simple persistencia.

Decíamos antes que los antiguos maestros citaban la inexistencia de las formas en la antigüedad. También nos señalaban que los grandes luchadores se caracterizaban por tener una habilidad excepcional en una sola técnica. No podemos olvidar esto. En una situación en la que las fuerzas, conocimientos y habilidades están igualadas, lo que decantará la victoria es el As en la manga que todo luchador por la vida debe agenciarse por medio del entrenamiento efectivo.

El trabajo de formas es entrenamiento, un magnífico sistema de entrenamiento, pero no podemos perdernos en la colección. Es como el que colecciona miles de libros y apenas los lee. O el que leyendo algunos olvida todo el proceso posterior de estudio concienzudo y persistente, ese que lleva a las verdaderas comprensiones e integraciones profundas de lo estudiado.

Por estos motivos, muchos de los estilos construyen sus arsenales técnicos en un conjunto reducidos de formas, conjuntos desde los que desarrollar todo su potencial complementario a las otras áreas de la práctica marcial.



Algunos parten de un modelo inicial de formas de aprendizaje para sentar las bases fundamentales del arte. A este le siguen un conjunto de formas intermedias para asentar, interrelacionar y desarrollar estos fundamentos. Un tercer bloque de formas avanzadas completará el estudio en profundidad de la lógica técnica, táctica y estratégica del arte, incluyendo todo aquello que le permita al practicante embarcarse en la búsqueda aleatoria de nuevos territorios que explorar.


Digamos que se trata de modelos de práctica que intentan dotar al practicante de una estructura, de forma progresiva, sólida e integral con la que explorar la modulación específica que toda disciplina artística tiene que afrontar desde el propio corazón del artista.

El arte aprendido es una guía de instrumentos y procedimientos para que el artista manifieste progresivamente su potencial. Dedicar toda la vida a aprender una forma tras otra, aunque parezca una forma útil de algo, no deja de ser una forma de posponer indefinidamente el salto a la autonomía sintetizadora que deberíamos marcarnos como fin último de nuestra práctica.

los grandes luchadores se caracterizaban por tener una habilidad excepcional en una sola técnica

Otros estilos se centran en una o dos grandes formas. Formas que contienen todo el conjunto técnico y trabajos de transformación adaptativa de las técnicas. Formas que permiten el desarrollo de un acondicionamiento funcional específico para el plano combativo. La construcción del carácter disciplinado y tenaz necesario para asumir los rigores del combate nace de la paciencia y la persistencia en el estudio. Este carácter nos prepara frente a la responsabilidad sobre la vida; nuestra propia vidad y la de nuestro virtual oponente.

En cualquier caso, es imprescindible apuntar a nuestra autonomía en la libre expresión del arte. Debemos hacerlo en base a lo que somos, a cómo somos y a qué podemos realmente hacer de forma excepcional. Es importante que estos elementos propios, intransferibles, emerjan de nuestro interior a través de un trabajo mantenido en el tiempo, corregido y analizado constantemente, libre, pero abierto a incorporar el resultado de nuestros propios descubrimientos significativos.



Este trabajo podemos hacerlo centrándonos en la forma. No me refiero a una cualquiera del conjunto estudiado elegida al azar, me refiero a una de esas formas en las que tenemos que volcarnos absolutamente para convertirla en la referencia inquebrantable de nuestras creencias en el arte. Es importante que tengamos esta seguridad de fondo, que sintamos que podemos hacer algo mucho mejor que la media humana y mucho mejor que nuestros oponentes.

Podemos conseguirlo adoptando una forma concreta como eje fundamental de nuestro desarrollo personal. No podemos hacerlo con cientos de formas, sólo una; una gran forma que nos permita integrar todo el aprendizaje que vamos adquiriendo en nuestro discurrir permanente por la vía marcial.

El arte se construye, pero también nace de forma natural en nuestra propia alquimia interna de trabajo, sudor, esfuerzo y reflexión. Muchos grandes maestros nos indican que para alcanzar el máximo nivel no podemos dividir nuestras fuerzas, no podemos dispersarlas. Tenemos que centrarnos en un estilo y, dentro de ese estilo, en una gran forma que contenga los principios fundamentales del arte que pretendemos integrar en nuestra vida.



Si quieres progresar con absoluta profundidad, debes dejar de oír sandeces de personas que no tienen el feedback de una forma ejecutada desde lo más primitivo de nuestra estructura vital, de nuestro Ser. Si quieres realmente lanzarte a explorar las infinitas modulaciones que el arte te permite, decide sobre qué matriz vas a trabajar el resto de tu vida; sobre qué lienzo vas a dibujar ese reflejo indefinido de ti mismo en relación con tu búsqueda infatigable por la excelencia y la virtud marcial.

Las artes marciales son un camino de vida y de muerte, un modelo transmitido para integrar las monstruosas sombras del Ser, sin engaños, en un todo autocontrolado, justo y capaz de construir en la vida el fragmento de elevación que te corresponde como misión personal e intransferible.


Tener una forma excepcional en la que trabajar para cumplir esta misión es un tesoro, algo maravillosos que no podemos contaminar con las expectativas del ego, con ignorancia sobre su sentido y con dudas generadas por nuestra propia inconsistencia interior.

¡¡Decide cuál es tu gran forma para avanzar!!

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