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Descifrando el arte de defenderse contra varios atacantes


¿Cuántas veces hemos visto en las películas a un protagonista enfrentarse heroicamente a una horda de enemigos sin siquiera despeinarse? Este tipo de escenas han deslumbrado y entretenido a audiencias de todo el mundo, pero ¿qué tan cercanas están a la realidad?


Lamentablemente, en la vida real, los protagonistas no suelen tener ese halo de invencibilidad que a menudo vemos en la gran pantalla. Las agresiones en manadas, por ejemplo, que ya hemos abordado en otras entradas, o las peleas grupales en establecimientos cerrados o en la calle siguen siendo, por desgracia, tan habituales como en el pasado.


En este artículo, nos alejamos de las coreografías cinematográficas para sumergirnos en algunas realidades del complejo entramado de las artes marciales, explorando técnicas, estrategias y lo que puede significar enfrentarse a múltiples oponentes. Realizaremos una inmersión en algunos de los cimientos antropológicos de dicho fenómeno, llevando a cabo un breve análisis sobre cómo las perspectivas marciales canónicas procesan e implementan abordajes para estas contingencias.


Además, examinaremos detenidamente algunas de las tácticas más validadas para enfrentar y, posiblemente, resolver estos desafíos, o al menos reducir las consecuencias que surgen de ellos.


La violencia en la base de la cultura

Tal vez, para descifrar este enigma, necesitemos viajar atrás en el tiempo y examinar nuestras raíces ancestrales. ¿Cuál es la razón por la cual estos encuentros han sido parte de nuestra historia desde tiempos inmemoriales? La imagen de un pasado sereno y utópico que a menudo se presenta a la sociedad contrasta de forma significativa con la realidad de cómo ha sido la civilización desde sus albores. Abundan estudios que corroboran la presencia de conflictos y violencia entre grupos incluso en las fases más primitivas de la evolución social.


Nuestro pasado no es tan romántico como pensamos, tal y como resalta el antropólogo Lawrence H. Keeley en su magnífico libro War Before Civilization. En esta obra de referencia, niega la idea romántica del "noble salvaje", que sugiere que las personas en sociedades primitivas vivían en armonía con la naturaleza y entre sí.

Propone que esta noción es incorrecta y que la violencia era una parte integral de estas sociedades, señalando que la guerra entre las tribus era un fenómeno común y a menudo ritualizado, que tenía diversos propósitos, incluidos el control de recursos, la venganza o el prestigio, entre otros no menos importantes.


Desde esta perspectiva, podemos entender que las primeras manifestaciones violentas no eran tan individuales como podríamos pensar, y que tendrían un alto componente de agrupación y de organización específica para ejercer extremados niveles de violencia, tanto desde el punto de vista del individuo frente al grupo, como desde el propio esquema que rige en el grupo de enfrentamiento contra un único individuo.


Con el paso del tiempo, la estructuración de estos grupos evolucionó hacia lo que hoy reconocemos como ejércitos, creando estructuras jerárquicas efectivas de mando y dando origen a la figura del guerrero o soldado entrenado.


El soldado aparece entonces como un arquetipo distintivo, que se posicionó en un estrato particular dentro de la jerarquía social, diferenciándose de otras clases como la de los esclavos, los campesinos, los chamanes, los artesanos, los comerciantes, y, de manera significativa, la élite gobernante o nobleza. En ciertos contextos, la nobleza se entrelazaba intrínsecamente con el papel del guerrero o soldado, manifestándose en niveles elevados de aspiración y capacitación.


La mayoría de nuestros estilos, en muchos de sus linajes, provienen de ese ámbito y no escapan a una visión del conjunto técnico, táctico y estratégico relacionada con los contextos para los que se preparaba el soldado: la batalla y un combate potencialmente asimétrico.

En ciertos contextos, la nobleza se entrelazaba intrínsecamente con el papel del guerrero o soldado

En el fragor de la batalla, las tácticas y estrategias son diversas, pero enfrentar a múltiples adversarios emerge como un elemento recurrente en medio del tumulto y caos de la contienda.


Aunque el cine nos ha inundado con representaciones de esto, los relatos de algunos de los combatientes más emblemáticos de la historia arrojan luz sobre estos escenarios desenfrenados, donde quedar atrapado en una emboscada, rodeado, o luchando desesperadamente por la supervivencia contra una grupo, constituían un componente innegable del entorno en el que se desplegaban sus hazañas bélicas.


Una realidad que sobrevive en el siglo XXI

Podemos afirmar entonces que las épocas antiguas estaban sazonadas con una abundancia de enfrentamientos grupales. Y, aunque podríamos pensar que en la sofisticada era del siglo XXI tales manifestaciones estarían relegadas al pasado, lo cierto es que ¡siguen apareciendo de forma constante en nuestro inconsciente colectivo! Como espectros del ayer, estas batallas se enredan y tejen en las profundidades de nuestra psique, sirviendo de cimiento a la arquitectura de los aparentemente “flamantes” modelos sociales que emergen en nuestros tiempos, modelos con grietas de este tipo que aún siguen sorprendiéndonos.



Si nos adentramos en la esencia de la violencia que se despliega con un potencial colectivo, es solo natural que aquellos grupos afinados para la tempestad forjen las tácticas de supervivencia necesarias para prevalecer en estos escenarios (cuerpos de seguridad, ejército y, también, las artes marciales). Pero, no estamos hablando exclusivamente de conflictos de carácter religioso, étnicos, raciales o tribales ¡la violencia también sale a relucir en las estruendosas y a veces inclementes hinchadas de ciertos equipos de fútbol!


Y no termina ahí, incluso en el diseño fundamental de varios deportes, que se cimientan en la armonía del esfuerzo grupal en la competencia, se puede observar la intrincada coreografía de tácticas y estrategias que son tejidas en sus respectivos campos de entrenamiento. ¿Rugby, balonmano, hockey…? ¡La lista es extensa!


Podemos decir pues que, de algún modo, la violencia grupal está íntimamente inscrita en el ADN de nuestra sociedad desde su origen, y que no ha cambiado en esencia, tan solo se ha transformado y adaptado acorde a los avances sociales y a las influencias éticas y morales que la sociedad ha creado para su bienestar y convivencia.


La respuesta marcial al fenómeno

En el ámbito de las artes marciales, se aborda esta realidad mediante un conjunto robusto de enfoques tácticos, los cuales están fundamentalmente anclados en un análisis estratégico minucioso de todos los elementos involucrados. A través de un estudio sistemático y riguroso, se evalúan los componentes clave y se consideran diversas alternativas para modular y adaptarse a situaciones de confrontación grupal, basándose en principios heredados de un pasado militar indiscutible.


Aunque las películas, como decíamos al principio, nos plantean modelos realmente atractivos, la realidad del combate asimétrico de uno contra varios es muy diferente y requiere un altísimo nivel de interpretación para que toda la respuesta pueda tener algún signo real de eficacia.

En el ámbito de las artes marciales, se aborda esta realidad mediante un conjunto robusto de enfoques tácticos

Si estudiamos estas acciones desde una perspectiva de incremento de posibilidades de éxito, en vez de un modelo de respuesta 100 por cien efectivo, estaremos caminando en la dirección correcta y realista de lo que el entorno marcial nos propone.


En el caso de las artes marciales chinas, muchos de los elementos que componen su modelo de entrenamiento, siguen incluyendo esta posibilidad en el marco de sus propuestas. Desde las propias formas, en las que se trabajan las técnicas aplicando cambios de dirección, reorientación o repetición técnica en secuencias de desplazamientos, hasta las coreografías luchatorias (ahora más deportivas) desarrolladas en el marco de los Duilian del Wushu, que contienen modelos de fantasía y teatrales inspirados en las acciones que estas formas representan.


Aunque podemos entender un importante grado de irrealidad en una visión directa de estos procedimientos, en el ámbito del Wushu debemos verlo todo en términos de desarrollo de habilidades.


El desarrollo de habilidades, Gong Fu (功夫), y los principios fundamentales de los estilos, Ji Ben Yuan Li (基本原理), son los dos extremos que permiten crear un modelo intuitivo de respuesta efectiva, sin centrarse en parámetros exactos imposibles de predecir. Lo que muchos critican de la práctica marcial china es precisamente aquello que le confiere su mayor valor, realismo y utilidad para escenarios tan caóticos como el que estamos analizando.


El trabajo de las formas como entrenamiento del espíritu combativo, la mejora de la reacción, de las cualidades físicas y las habilidades motrices, de conceptos bioenergéticos o psicofísicos, etc., es un modelo de incalculable valor para garantizar esta adquisición de habilidades y comprensión de los principios subyacentes para afrontar estos escenarios.

la realidad del combate asimétrico de uno contra varios es muy diferente y requiere un altísimo nivel de interpretación

La parte del combate y la filosofía de acciones directas, precisas y definitivas nos aproximan también a esta realidad que exploramos habitualmente en el marco del entrenamiento simple, es decir, con un único adversario.


Sin embargo, resulta imperativo que el abordaje de este fenómeno se someta a una modernización y rigurosa revisión, tanto táctica como estratégicamente, para adecuarse a los progresos y a las experiencias validadas que arrojan luz sobre su estado actual. Algunas de las conclusiones de este análisis actualizado nos hablan de prevención y de protocolos de actuación fundamentales. Veamos algunas de estas conclusiones.


Primeros pasos de respuesta

El primer paso para entender y orientarnos hacia este tipo de situaciones es definir con claridad nuestro principal objetivo. Este objetivo prioritario, es decir, el que está por encima de cualquier otro objetivo final de la situación, es ¡escapar!. Salir de la situación lo antes posible.


Este objetivo viene definido por la dificultad del contexto vista en términos reales. Son muy pocas las posibilidades de salir indemnes o de poder vencer a tres o más adversarios. Las exigencias de movilidad, de resistencia, de reacción y de control del espacio son enormes. Además, existen tantas variables impredecibles cuando se trata de un grupo, que debemos apuntar muy alto en la preparación si queremos superar o soportar la situación.


La creencia común es que luchar contra dos atacantes es dos veces más difícil que uno, y tres es tres veces más difícil. Sin embargo, la dificultad aumenta exponencialmente con el número de oponentes. La ecuación que suele utilizarse para esto es D = P x N², donde P es el nivel de poder promedio de los oponentes, N es el número total de oponentes, y D es la dificultad del conflicto. Esto implica que luchar contra dos oponentes es cuatro veces más difícil y contra tres es nueve veces más difícil.

Las exigencias de movilidad, de resistencia, de reacción y de control del espacio son enormes.

Si bien es complicado rebatir la primacía de dicho objetivo fundamental, resulta igualmente imperativo que estemos capacitados para prever la situación y no vernos irremediablemente arrastrados hacia ella. En otras palabras, es necesario analizar las circunstancias desde sus albores con el fin de eludirlas antes de que se materialicen.


En ocasiones, podemos estar bajo la impresión de que estos eventos surgen de la nada, pero existen numerosos indicios que sugieren que la atmósfera puede estar gradualmente cargándose de tensión, o que aquel individuo con quien tuvimos un intercambio trivial, en realidad no está solo y está acompañado por un grupo dispuesto a respaldar cualquier embestida que dirija contra nosotros.


Vigilar e identificar las circunstancias antes de que se intensifiquen representa indiscutiblemente la táctica más astuta y eficaz. No obstante, las sugerencias que comúnmente encontramos atractivas en cuanto a la contienda desigual de uno frente a muchos tienden a enfocarse en la ineludibilidad de la situación; es decir, una vez inmersos en ella, aunque percibimos una ruta de escape, nos alistamos para el enfrentamiento.


Inmersos en la situación

Examinemos los 8 elementos fundamentales que considerar en este contexto de cara a nuestra orientación final.


1. Conciencia situacional

Es esencial desarrollar habilidades de observación y mantener un amplio campo visual para estar consciente de lo que ocurre alrededor. Es crucial identificar a todos los miembros del grupo y estar alerta a cualquier arma que puedan portar. En ambientes cerrados, como clubes o bares, es importante saber hacia dónde moverse para evitar quedar acorralado o para definir la ruta de escape que debemos tomar lo antes posible.


2. Posicionamiento táctico

Es importante distinguir entre la formación de círculo y línea de los atacantes. Evita que los atacantes te rodeen en un círculo. En su lugar, trata de moverte de tal manera que crees una línea con ellos, posicionando a un atacante frente a otro. Esto hace que tengan que pasar por encima de los demás para atacarte, lo que te da una oportunidad de evadir y escapar.


Es fundamental evitar estar en medio del grupo de atacantes. Uno debe tratar de posicionarse en un extremo del grupo, lo que se denomina "controlar la posición". Al estar en un extremo, te encuentras más cerca de un atacante y más lejos de los demás, lo que facilita moverse contra el grupo y potencialmente escapar.


3. Movilidad

Es fundamental mantenerse en movimiento. Sin embargo, correr sin una estrategia puede ser contraproducente, ya que podría desencadenar un instinto de persecución en los atacantes. Además, moverse hacia atrás en línea recta sin mirar hacia atrás puede ser peligroso. Es más efectivo moverse lateralmente, es decir, de lado a lado, mientras se evalúa la situación y se busca una oportunidad para escapar.


Si el grupo avanza hacia ti, es esencial moverse de manera que mantengas a algunos atacantes lejos y a otros cerca.


4. Acciones simples y directas

Enfocarse en un solo atacante es un error grave. Los luchadores suelen ser susceptibles a responder a cualquier estímulo o “solicitud” de los atacantes, y esta tendencia se ve exacerbada por el deseo de probar algo o de no parecer débiles.


Este enfoque de responder y prepararse para una contraofensiva toma tiempo y divide la unidad del movimiento, lo que puede ser peligroso en una situación con múltiples atacantes. Es preciso mantener la movilidad e ir interceptando con acciones directas y precisas aquello que va entrando en nuestra distancia de seguridad.


En un escenario de ataque múltiple, es fundamental que el movimiento sea continuo y fluido, sin romper la estructura dinámica. Esto significa que, en lugar de detenerse y prepararse para lanzar un golpe o bloquear un ataque, uno debe seguir moviéndose rápidamente. Esto evita atraer demasiada atención y permite esquivar ataques de manera más efectiva.


5. Control energético y aceleración

Debemos movernos con la mayor velocidad posible, como una unidad, y si se entra en contacto con un atacante, acelerar aún más. Esto se basa en la idea de sintonizar con la respuesta de supervivencia refleja, similar a cómo uno podría saltar instintivamente al ver una serpiente sin pensar en ello.


Las acciones que surjan vendrán reproducidas por nuestro entrenamiento previo en el combate. Combatir de forma habitual nos proporciona las habilidades necesarias de respuesta automáticas.


6. Evita el suelo

Es preciso evitar que nos sujeten o nos derriben. En ese escenario las probabilidades de supervivencia se reducen todavía más. En el caso de caer al suelo es preciso levantarse lo antes posible y no esperar ahí para pelear, no podemos cubrir los 360 grados de perímetro luchatorio. Si además caemos con alguien o varios encima nuestro, la situación será prácticamente definitiva si no podemos resolverla ya en primera instancia.


Si nos sujetan o sujetamos a un individuo, lo podremos utilizar como escudo o ancla, sin olvidar que su estructura no debe tener potencial ofensivo contra nosotros mientras lo usamos. Girarlo o comprometerlo estructuralmente será una buena táctica inmediata antes de cambiar de situación.


7. Algunas herramientas cambian la situación

En el ámbito de la autodefensa, es primordial destacar la importancia de maximizar las posibilidades de salvaguardar la integridad física cuando uno se enfrenta a situaciones de amenaza, especialmente si el adversario se manifiesta como un grupo numeroso. En tales circunstancias, el empleo de un arma como un palo o un cuchillo puede desempeñar un papel significativo en la inclinación de las probabilidades a favor del individuo.


Las ventajas de estar armado con un palo o un cuchillo en tales situaciones son varias:

  • Ampliación del Alcance Efectivo: Un palo, por ejemplo, permite ampliar el alcance efectivo de defensa, permitiendo al individuo mantener una distancia de seguridad respecto a los agresores, lo cual puede ser crucial para evitar lesiones.

  • Disuasión Psicológica: La mera presencia de un arma puede actuar como un elemento disuasorio. Un grupo de agresores podría reconsiderar su ataque si perciben que el individuo está dispuesto y es capaz de defenderse.

  • Multiplicación de la Fuerza: Un cuchillo puede multiplicar la fuerza de un individuo, permitiendo infligir daño de manera más efectiva si es absolutamente necesario. Esto puede ser especialmente importante si hay una disparidad significativa en términos de fuerza física entre el individuo y el grupo de agresores.

  • Maniobrabilidad y Tiempo de Reacción: El uso de un arma puede aumentar la capacidad de maniobrar y reaccionar rápidamente ante múltiples amenazas. Un palo puede ser usado para bloquear y desviar ataques, mientras que un cuchillo puede ser empleado para amenazar a cualquier agresor que se acerque demasiado.

8. Busca aliados

La capacidad de movilizar apoyos externos, ya sea mediante la intervención directa de terceros o a través de la solicitud de asistencia, puede ser un elemento trascendental en la gestión de amenazas, especialmente cuando uno se enfrenta a un grupo considerable de agresores. Es esencial reconocer el valor estratégico de la colaboración y la solidaridad en escenarios de riesgo.


Estas son algunas de las ventajas que podemos obtener al buscar aliados:

  • Cooperación y refuerzo de recursos: Al obtener la ayuda de otra persona, los recursos disponibles para enfrentar la amenaza se ven significativamente incrementados. Esto no solo implica una mayor fuerza física, sino también la posibilidad de emplear tácticas coordinadas para neutralizar o disuadir a los agresores.

  • División de atención de los agresores: Cuando hay más de un individuo defendiéndose, la atención de los agresores se divide. Esto puede crear oportunidades para que los defensores tomen el control de la situación, posiblemente desorientando o desorganizando al grupo de agresores.

  • Disuasión y efecto psicológico: Similar a cómo la presencia de un arma puede tener un efecto disuasorio, la intervención de terceros también puede desanimar a los agresores. El grupo podría reconsiderar la agresión si se enfrenta a una oposición más formidables de lo que inicialmente anticiparon.

  • Asistencia en comunicación de emergencia: Tener a alguien más presente puede permitir una distribución más eficaz de tareas en una situación de emergencia. Por ejemplo, mientras uno se enfoca en la defensa física, el otro puede comunicarse con las autoridades o buscar más ayuda.

  • Apoyo moral y respaldo testimonial: En situaciones de amenaza, el apoyo moral de tener a alguien más presente puede ser invaluable. Además, en el contexto posterior al incidente, contar con testigos adicionales puede ser crucial para la corroboración de los hechos y la defensa legal de las acciones tomadas en autodefensa.

En próximas entradas abordaremos aspectos más específicos sobre este tipo de situaciones, sobre modelos de entrenamiento que nos preparan mejor para ellas y, sobre todo, sobre la preparación psicológica que necesitamos para que la gravedad de la situación no se vuelva en nuestra contra.




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