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COMBATIR EN EL VACÍO


Hemos dedicado algunas entradas de este blog a tratar el fenómeno que suponen las formas dentro del conjunto de elementos constituyentes de los sistemas marciales tradicionales.

Hablar de formas, de estructuras, de dinámicas y de conceptos de diferente orden, asociados al modelo técnico de referencia de cualquier estilo es, en definitiva, hablar de las ideas que subyacen bajo lo visible de las estructuras.

Las formas son mágicas en su concepción. Son un rasgo evolutivo de los métodos marciales que evolucionaron desde la simple idea para un momento específico, de los millones que pueden darse en un conflicto físico entre dos o más contendientes, hasta la combinación de estructuras arquetípicas contenidas dentro de cada gesto manifestado en esta especie de danza marcial.

Para el profano, para el neófito y para el crítico que practica sistemas que no disponen de esta joya del entrenamiento, la crítica sobre la efectividad de este trabajo parece estar servida y más que argumentada. Por otro lado, la continua simplificación que se ha ido realizando en nuestros tiempos de las cadenas prácticas tradicionales para convertirlas en gimnasias suaves, o en modelos competitivos carentes de sentido marcial real, nos lleva a un momento en el que es preciso ahondar un poco en este elemento para reanimar los argumentos que justifican su obligatoria inclusión en el entrenamiento. Al referirnos a las formas nos estamos refiriendo esencialmente a ideas. Si cambiamos el plano de observación en este detalle, veremos que todo encaja mejor.

Lo que nos ha llegado, después de cientos o miles de años de evolución, y pese a los parones históricos que la transmisión marcial hubiese podido sufrir por motivos sociales, políticos o de cualquier otra circunstancia, son conjuntos de ideas materializadas en cadenas de movimientos sometidas a conceptos específicos en diferentes planos.

Estas cadenas de movimientos, tan representativas e identificables como exponentes de uno u otro estilo, son un reflejo intemporal de una serie de ideas nucleares que, posiblemente, no han cambiado desde su origen práctico, aunque sí modificado de acuerdo a las condiciones de su contexto evolutivo.

Las influencias geográficas, sociales, contextuales y personales en las que se han transmitido estas ideas o formas, no han sido las mismas a lo largo de la historia, lo que ha dado lugar a una enorme multiplicidad de variantes dentro de unos principios fundamentales de lógica similitud.

La manera en la que dos personas se pueden enfrentar sigue siendo la misma al tratarse de individuos con dos brazos, dos piernas y una capacidad de movimiento predecible en ángulos articulares de movilidad. Las fuerzas y las potencias, pese a ser muy diversas, a grandes rasgos, no difieren en porcentajes importantes que merezcan consideraciones excesivas. Parece que la anatomía humana no ha cambiado mucho en estos últimos 2.500 años. Es probable que un luchador actual de MMA pueda compartir importantes similitudes anatómicas con un luchador griego entrenado en el Pancracio (παγκράτιον).

Sin embargo, cuando la ciencia del combate evoluciona en procedimientos de mayor complejidad, cuando entran en juego los elementos psíquicos de una situación de supervivencia y, sobre todo, cuando las propuestas de acción rompen la dinámica básica de movimiento, el adiestramiento específico para lograr la deseada efectividad o habilidad requiere métodos del mismo nivel de complejidad.

Golpear a un saco con los puños, o sacar una patada en el momento oportuno, contrastan en este sentido con la posibilidad de anticiparse en la acción golpeando con precisión en un espacio de dos centímetros cuadrados, mientras la mano contraria penetra entre los músculos intercostales taladrando, literalmente, la musculatura y los tejidos adyacentes.

En ese nivel de complejidad, a simple vista, las primeras opiniones nos llevarán, dentro del marco del sentido común, al terreno del escepticismo. Esto no deja de ser absolutamente lógico para cualquier persona que no conoce los procedimientos para desarrollar este tipo de habilidades.

En la práctica tradicional, las formas no buscan un objetivo estético de partida. Es cierto que su belleza es relativa y a la vez innata a su propia naturaleza compleja y unificada. En las formas el cuerpo es un todo que participa en una acción que muta constantemente en un modelo respiratorio y consciente único. Dentro del ejercicio se dan cita importantes elementos de acondicionamiento físico y psíquico, que ya de por sí justificarían su práctica habitual. Sin embargo, queremos apuntar a detalles más profundos de este apartado: el desarrollo de un potencial real de acción superior sobre fundamentos básicos de lucha.

En las formas no hay límites ni reglas, la mente es libre de imaginar y desarrollar el espectro mental sobre el que recae la técnica que estamos representando en un momento concreto. Y no solo la técnica, también la respuesta a un intento de anulación por nuestro oponente imaginario.

En la forma podemos expresar libremente el 100 % de la intención y el 100% del espíritu marcial asociado al momento. Todo forma parte de un ritual codificado de acciones cuyo objetivo es convertir en natural una forma de acción eficaz en entornos de lucha. Si nos centramos en el entrenamiento de los fundamentos básicos: golpes, defensas, proyecciones, barridos, etc., alcanzaremos un alto nivel de efectividad en estos elementos, pero no debemos olvidar que estamos hablando de pilares sobre los que se pueden levantar construcciones más complejas y precisas.

Toda la naturaleza evoluciona imparablemente en complejidad, tanto de acción como de organización. Nuestra biología opera en estos parámetros evolutivos y, por lo tanto, parece lógico pensar que aquello que producimos siga los mismos patrones de desarrollo.

La velocidad de acción de un movimiento complejo, entrenado en el trabajo de formas correctamente, referenciado habitualmente en la práctica con compañeros, potenciado a través de los modelos complementarios de desarrollo contextualizado específico de fuerzas y potencias necesarias para cada acción, nos lleva a un panorama muy diferente que, dada su naturaleza, solo puede ser corroborado en momentos de gran dramatismo. Nuestra hipocresía social nos habla de anacronismo en estos métodos que hablan de matar a un oponente en vez de controlarlo.


El origen de estos métodos es muy antiguo, tanto como las propias culturas que los han albergado, pero esto no nos aparta de su potencial vitalidad en nuestro actual siglo XXI. Las cifras de la violencia son alarmantes siempre, baste echar un vistazo al Informe global ONU de homicidios 2013, para darse cuenta de que, por desgracia, nos seguimos matando sin descanso. Lo terrible de estas cifras es que ponen de manifiesto que, aunque hemos avanzado mucho tecnológicamente, seguimos destruyendo como signo de identidad peyorativo de esto que llamamos civilización humana.

La práctica marcial tradicional es vigente por sus propuestas técnicas, por su filosofía del combate y por las exigencias aparejadas en términos de valores morales y éticos. La virtud marcial queda de manifiesto en el sentido de buscar la máxima aplicación de la técnica en un entorno en el que no hay otra persona, sólo nosotros mismos reflejándonos en nuestra propia imaginación.

Las formas son una apuesta por la paz y son el legado maravilloso que los grandes maestros nos ofrecieron para proyectar y controlar nuestras emociones, acondicionar nuestro cuerpo, descubrir nuestro potencial dinámico, unificar nuestras formas de acción para equilibrar nuestra relación cuerpo/mente en un indiscutiblemente bello modelo de movimiento que puede ser transmitido a través del tiempo y de las personas sin ningún tipo de fantasía onírica. Las formas, son un elemento indiscutible, insustituible y sin opción de crítica para todo aquel que no las ha estudiado y practicado un mínimo de años bajo una guía docente competente y experimentada. La realidad de las acciones que contienen estará impresa en nuestro inconsciente y en nuestro sistema nervioso, revelándose a sí mismas en un proceso que conjuga a la intuición y la razón en una misma y única experiencia. ¿Acaso no podemos interpretar esto como algo mágico?

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