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BUDISMO, TAOÍSMO Y ARTES MARCIALES CHINAS. Parte 2


"Aquel que obtiene una victoria sobre otro hombre, es fuerte; pero quien obtiene una victoria sobre sí mismo, es poderoso.".


Daodejing - Lao Tse


Si observamos la evolución del budismo y del taoísmo en el tiempo veremos que hay momentos en el que los signos de identidad de ambas quedan tan desdibujados que no sabemos realmente si se está hablando de una o de otra.


Desconocemos exactamente cuándo ni cómo se introdujo el budismo en China. Según la historia oficial fue importado a Luoyang, la capital de los Han, entre los años 61 o 64 de nuestra era. Sin embargo, ahora conocemos que esta historia fue promovida por la iglesia de Luoyang a finales de la dinastía Han para obtener la primacía sobre otras iglesias provinciales más antiguas, enmarcando la historia en una más de las leyendas religiosas propias de la época.


Para la sociedad china de esta época, el budismo y el taoísmo aparecen como dos variedades de una misma y única religión. El rey de Chu fue el primer protector del budismo en el año 65 de nuestra era, sin embargo, él mismo era taoísta. En aquella época la principal divinidad taoísta era Huanglao y este rey era un fiel devoto de esta doctrina que promulgaba recetas de inmortalidad a través de los magos taoístas de los que se rodeaba en la corte.


Según Henry Maspero, la mayor parte del vocabulario técnico del budismo que aparece en las traducciones antiguas se extrajo del taoísmo. Algunos ejemplos de esto son las referencias a la iluminación, que se citan como la obtención del Dao, término fundamental del taoísmo. También se habla de «Virtudes del dao» (Daode) para referirse a las seis virtudes o perfecciones del Bodhisattva propias del budismo Mahayana: las pâramitâ (generosidad, moralidad, paciencia, energía, concentración y sabiduría). A los santos budistas (Arhats) se traducen como los Zhenren (hombres reales), otro término de claro origen taoísta.


En cualquier caso, estas dos vías han coexistido en el espectro cultural religioso hasta nuestros días y se han manifestado de múltiples formas en las diferentes ramas marciales tradicionales de China.


El fenómeno de Shaolín Quan y sus vínculos con el mítico Bodhidharma, así como el del Taijiquan con el también mítico Zhang Sangfeng son dos claros ejemplos de creación mitológica con la que se nutre un tipo de folclore popular que relaciona estas dos vías filosófico-religiosas con la marcialidad. Sin embargo, el carácter del taoísmo filosófico (no religioso), así como el del budismo practicado en Shaolín (Chan) escapan realmente, y por sí mismos, de cualquier modelo religioso ortodoxo tal y como nosotros los entendemos hoy en día.


De hecho, el segundo está claramente influenciado por el primero. El taoísmo filosófico se fundamenta en principios de orden cosmológico y místico, algo que cuadra mucho con el modelo interior de práctica que se les atribuye a los denominados estilos marciales internos. La relación cosmológica de esta filosofía, sus vínculos con la medicina tradicional china y su eje filosófico de interacción equilibrada de los antagonismos absolutos es una reflejo simbólico excepcional para establecer paralelismos de acción en el ámbito de la lucha, tanto la interna como la externa. No es extraño que su filosofía calase de forma profunda en algunos estilos marciales antiguos y relativamente moderrnos.


Respecto al budismo Chan, tenemos que aclarar que no es exactamente el budismo importado de India por Bodhidharma, tal y como se suele afirmar. Su base es Dhyana (meditación) que tiene un significado muy específico en el lenguaje indio. La práctica budista de Dhyana es un proceso gradual enfocado a la liberación.


En China, la secta Tien-tai reorganizó o enfatizó este sistema adoptando las prácticas indias de Dhyana y su sistema de diferentes niveles de progresión. Adoptaron las prácticas indias de Samatha (calmar la mente y enfocar la conciencia) y Vipassana (contemplación) creando un modelo propio en el que, alcanzando el nivel más alto de Samatha y Vipassana, la iluminación era una realidad alcanzable de forma inmediata. No encontramos esta doctrina así en el budismo hindú original.


Este control de la mente y el desarrollo de su potencial de focalización son de una utilidad fundamental en las artes marciales. Un entrenamiento que no integre los elementos mentales en sus propuestas de desarrollo está viciado de antemano.


Aunque podemos observar muchas ramas y versiones diferentes de estas propuestas de ejercitamiento, más sutiles y complejas, lo cierto es que todo el trabajo en esta línea (entrenamiento mental) ya aparece desarrollado en estas corrientes filosóficas con un nivel de evolución sin parangón en ningún otro estrato de la cultura.


Adquirir estas habilidades justifica de sobras su práctica y la vinculación tradicional entre las artes marciales, el budismo Chan y el taoísmo filosófico (Daojia). Para comprender mejor estas relaciones tendremos que continuar estudiando ambas filosofías en profundidad y establecer los vínculos prácticos y funcionales que ofrecen a la vía integral de la práctica marcial, una vía que tiene que progresar hacia el interior y hacia el exterior abarcando el cuerpo, la mente y el espíritu del artista marcial.


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