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Algoritmos flexibles dentro del estilo.

"La programación es una carrera entre los desarrolladores, intentando construir mayores y mejores programas a prueba de idiotas, y el universo, intentando producir mayores y mejores idiotas. Por ahora va ganando el Universo" Rich Cook


El término algoritmo suele utilizarse en ciencias de la computación, lógica o matemática, para designar un conjunto de reglas definidas, de instrucciones sin ambigüedad, que siguiendo un orden definido permiten llevar a cabo actividades que solucionan problemas lógicos, computan o procesan un conjunto de datos.


Las instrucciones para montar un mueble de Ikea o cualquier manual de usuario de cualquier electrodoméstico cumplirían de algún modo con esta definición.


Podemos resumir su significado al de un conjunto de instrucciones, de pasos lógicos, que permiten solucionar un problema definido. Estos algoritmos se suelen expresar de forma matemática o de forma gráfica y suelen constar, de forma general, de tres propiedades: funcionan paso a paso, siguen un orden lógico que no varía al ser independiente de su implementación y, en tercer lugar, cada paso queda completamente determinado y limitado respecto a la cantidad de datos que puede asumir.



La posibilidad de empaquetar estas instrucciones para que funcionen, independientemente de cualquier razonamiento complementario, permiten solucionar problemas sin tener que pensarlos. Me explico, los algoritmos se utilizan para conseguir que los ordenadores, los robots y otros tipos de procesos automatizados, puedan funcionar de forma efectiva sin que nadie los controle o tenga que intervenir en mitad del proceso. ¿Veis ya por dónde van los tiros de la entrada?


Desde esta perspectiva, entrenar un arte marcial es una forma de introducir determinados algoritmos para el combate, de programar reacciones a diferentes situaciones para que podamos actuar directamente y sin intervención del razonamiento con el fin de conseguir una solución óptima al problema luchatorio. Aparentemente simple pero extremadamente complejo.


"Mediante Yin y Yang y los Cinco Elementos, el cielo da origen y permite las transformaciones de los diez mil seres; con su energía configura todas las formas y gracias a su principio interno, las lleva a su máxima expansión." Sun Lutang


El problema del combate real es impredecible hasta el último momento, es abstracto, volátil, incierto en la mayoría de sus transformaciones inmediatas. La perspectiva de desarrollar un modelo que permita respuestas adaptadas, o adaptables, a todas las variantes infinitas que se pueden dar en una lucha real no parece muy esperanzadora, pero la realidad es que estos modelos existen y están perfectamente testeados a lo largo de cientos de años. El éxito de nuestros modelos marciales radica en sus propuestas nucleares de desarrollo, que no son matemáticas, pero sí están establecidas en base a los núcleos centrales de cada conjunto de variabilidades posibles. Explicaré esto con un poco más de detalle.


Muchos sistemas se centran en establecer un ejercicio repetitivo de defensa para un ataque determinado en un ángulo, guardia, distancia, velocidad, altura, dirección, intencionalidad, oponente o naturaleza técnica muy concreta. Estos sistemas fallan de antemano ya que es realmente imposible determinar y programar racionalmente cientos de miles de millones de posibilidades con un rango oportuno de efectividad para cada caso planteado.



En las artes marciales chinas tradicionales, las estructuras de posibilidades pasan a agruparse en un conjunto de segmentos condicionados que nos permiten definir un gesto, dentro de un modelo definido de direcciones de movimiento, que engloba una multiplicidad casi infinita de posibilidades de acción; es de algún modo una forma de establecer un modelo de respuesta muy abierto pero con un sentido adaptativo total a cualquier variable que se presente desde una mínima transformación efectiva de la base trabajada. Con esta enorme innovación para el combate, los antiguos maestros lograron reducir las bases gestuales y dinámicas que se utilizan en una confrontación a esencias arquetípicas que se pueden desarrollar con un entrenamiento bien definido.


En este punto podemos empezar a concretar el sentido de una perspectiva algorítmica del entrenamiento definiendo un modelo fijo, pero a la vez flexible, de resolución de problemas. Si estuviésemos hablando en términos de mecánica cuántica, podríamos referirnos al concepto de dualidad onda-partícula según el cual no hay diferencias entre estas. La técnica, tal y como la trabajamos, puede consolidarse en cada momento determinado para responder a una situación determinada, aunque al entrenarla no está sujeta a ningún tipo concreto de aplicación, tiene estas dos naturalezas.

"Toda hipótesis fecunda en resultados tiene su origen en alguna afortunada circunstancia que ha permitido realizar la observación siguiendo dos caminos distintos." Max Planck

Aunque esto parezca bastante irracional, tenemos que interpretarlo como una ventaja más que como un hándicap a nuestro potencial de combate. Y es así por varios motivos. El primero de ellos es que en el combate tenemos que olvidarnos de tener tiempo para meditar las acciones, para sopesar riesgos o para decidir qué técnica vamos a usar. Toda nuestra respuesta va a proceder de estructuras de nuestros cerebro-mente no racionales, mucho más profundas y efectivas en términos de supervivencia.


Las exigencias de tiempo y espacio definidos en cada acción requieren una respuesta simultánea, casi anticipativa, basada en millones de detalles informativos que nuestro cerebro-mente registra, pero que nuestro cortex prefrontal no llega ni a oler. Cualquier planteamiento relativo a sopesar las acciones durante el combate obedece a dos realidades fácilmente constatables: o el combate se desarrolla a un ritmo inusualmente lento, algo que es posible, o simplemente nos estamos moviendo en “territorios teóricos no contrastados”.



Las personas que han combatido con cierto grado de realidad entienden perfectamente a qué me refiero. El entrenamiento va dirigido, por lo tanto, a estas estructuras profundas que se nutren de dos elementos clave para conseguir definir, asentar e implementar un determinado algoritmo flexible de respuesta: repetición del gesto y exploración permanente de variables.


Estos dos elementos están contenidos en cualquier estructura de entrenamiento de cualquier escuela tradicional. Aprendemos la técnica, la repetimos siempre y la testeamos en ángulos diferentes, con múltiples interpretaciones, oponentes, distancias, alturas, guardias y todo el conjunto de variables que señalábamos al comienzo de la entrada. Los que pretenden entender en cada parte del proceso la lógica inmediata de las propuestas de entrenamiento están tan equivocados como los que creen que en mitad de un combate inesperado tienen tiempo para definir cómo van a actuar. Hay que dejar de mirar al árbol y establecer una visión periférica que nos muestre el bosque del estilo.


El proceso es continuo, sin tiempo definido, cuanto más y mejor diseñado es el entrenamiento mayor es el beneficio. Cuanto mayor es el espectro de variables abordadas, más referencias barajará nuestro modelo interno de desarrollo combativo, tanto que ni podremos entenderlo racionalmente. El combate, por último, asume la función expresiva de todo este contenido subconsciente desarrollado a lo largo de los años exigiendo que lo profundo emerja una y otra vez hasta que se establece ese canal de comunicación interno entre nuestra parte más profunda y la más superficial. Una visión menos poética o simbólica de lo que algunos llaman proceso alquímico de sublimación de la esencia.



La profundidad de estos contenidos, el arraigo en nuestra estructura de respuesta motriz, su vínculo con nuestros reflejos y la construcción específica de nuestra estructura neuromotora, en definitiva, toda la interiorización efectiva que podemos hacer del sistema, va a depender de la cantidad de estímulo, de su variabilidad y de nuestra concentración/emoción aplicada durante el proceso de introducción de estos patrones.


El algoritmo de respuesta queda constituido de la misma forma que programamos un ordenador, pero con un detalle mucho más interesante, nuestro ordenador interno tiene millones de años de evolución y nos garantiza respuestas realmente creativas y sorprendentes que ninguna máquina podrá emular jamás.


Si queremos programar nuestras respuestas debemos olvidarnos de organigramas específicos para este o aquel supuesto. Tenemos que confiar en los conocimientos que nos han sido legados y hacer la parte del trabajo que nos toca, que no es otra que la de entrenar con rigor, con responsabilidad, con constancia y conciencia absoluta del sentido real de la práctica marcial, una práctica que no está sujeta a modas, que no es un deporte y que no busca ningún tipo de iluminación mística inútil para la supervivencia. Las garantías sobre el resultado de este proceso se van mostrando a lo largo de los años con pequeñas luces que nos indican que vamos transitando por el camino correcto de nuestro Tao personal en las artes marciales.


Cada golpe, cada error o cada defensa, entre miles de experiencias más, quedan registrados de algún modo en nuestro subconsciente y, con ello, se va configurando la matriz compleja del ADN del estilo en nuestro interior. Este estilo, el que hemos entrenado durante años y que compone nuestra programa final de algoritmos flexibles interconectados, acabará generando las respuestas directas efectivas que nos pueda demandar, en su caso, cada situación real a la que nos enfrentemos.

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