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Es posible que te estés preguntando: ¿Qué sentido tiene estudiar o practicar un arte marcial tradicional como el Hung Gar Kuen en estos tiempos? 

Es una pregunta lógica ya que vivimos en un mundo muy diferente al que generó estos sistemas, una era dominada por la alta tecnología y con un trasfondo de leyes y normas que, aunque no siempre las aceptamos de buen grado, terminamos adoptando para regular nuestras interacciones.

 

En este torbellino de influencias, donde incluso los eventos de hace apenas un año parecen obsoletos, ¿qué valor puede tener el aprendizaje marcial tradicional en medio de esta vorágine que constantemente redefine nuestra realidad?


La respuesta radica en la esencia misma de la cuestión. Vivimos en una diversidad tan fragmentada, inclinada hacia la seguridad y la comodidad, que palabras como interioridad, reflexión, duda, confianza o desarrollo personal se han convertido en meros productos de consumo, socavando la posibilidad de que cualquier individuo sano progrese en la vida con una dirección clara y ascendente hacia su desarrollo espiritual.

Los retos del presente son enormes, los del futuro parecen ya de ciencia ficción. Por este motivo, el modelo que vamos a proponer va, no en otra dirección, sino en una dimensión más profunda en la que estas aceleraciones o extravagancias tecnológicas dejan de tener sentido. Pretendemos dirigir la mirada y la acción hacia nuestro interior partiendo de la nuestra propia superficie anatómica. La vieja fórmula alquímica de transmutación de la esencia en espíritu a través de la energía, aunque se propone en un lenguaje arcaico y ajeno a priori a nuestra cultura mediterránea, se presenta de una enorme utilidad como eje simbólico orientativo en el desarrollo profundo que podemos alcanzar a través de un arte marcial como el Hung Gar Kuen.


Fuera de ramas, estilos, tendencias o demostraciones, el estudio real del arte implica muchos apartados que intentaremos abordar desde este nuevo enfoque de la práctica y la vivencia del arte. Un proyecto que es libre, accesible para todo el mundo y que, dentro de sus humildes posibilidades, intentará desarrollar las bases necesarias para que todo el que quiera utilizar este maravilloso instrumento de progreso interior pueda hacerlo.


El arte en su conjunto es un legado lleno de ventanas desde las que mirar a nuestro interior. No estamos ante un conjunto repleto de modelos precisos de acción. Los antiguos maestros eran conscientes de que no se puede encorsetar el infinito y nos proponen realmente un conjunto de arquetipos de acción que nos permiten revivir momentos heroicos que sobreviven en nuestro ser más profundo. La experiencia de la práctica nos permite despertar aspectos ancestrales que representan la fuerza, el equilibrio, la salud y la justicia mientras desarrollamos cualidades y habilidades que fortalecen todo el conjunto.

Desde lo puramente físico hasta lo relativamente conductual, la acción de estudio y práctica sobre las formas (Taolu), sus rituales, los esquemas respiratorios y sonoros del arte, incluyendo la propia preparación corporal y mental del modelo, nos puede ayudar a vislumbrar estas enormes ventanas de poder, espacios naturales desde los que el acceso a nuestras profundidades está garantizado, sin perder la luz racional de la conciencia, tan necesaria para abordar ese viaje sin menoscabos ni fantasías.


El Kung Fu tradicional está plagado de historias, narraciones que, lejos de presentarnos una irrealidad ficticia hacia la que dirigirnos, nos muestran de forma simbólica algunos de nuestros sueños personales más recurrentes. Muchos de los arquetipos naturales atribuidos al fundamento cultural y social de nuestra historia humana, subyacen en fórmulas simbólicas universales que nos representan exterior e interiormente con cierto grado de firmeza y definición.

Nuestra vida es una experiencia que no se detiene desde el primer aliento que tomamos al salir de nuestras madres. Una experiencia que fluctúa en intensidades, que navega entre el territorio de lo constatable como realidad y sobre el mar fantástico de sueños que nos aproximan a todo aquello que no podemos representar en la realidad que experimentamos cuando estamos plenamente conscientes.


La práctica es un fundamento de instrucciones y herramientas para conocer mejor al conocedor interno de la experiencia, para sentir sin necesidad de creencias, para experimentar consolidando realidades aparentemente subjetivas y, sobre todo, para desarrollar la comunicación entre nuestra parte más escondida y nuestros más divinos instintos. Luz y oscuridad suben juntos a la palestra del entrenamiento para consolidar un combate amistoso en el que el flujo, la aceptación, la comprensión y los límites se establecen dentro del marco indisoluble de la propia naturaleza de esta interacción.

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Practicar es sumergirse en un lago configurado en el eterno símbolo de la absoluta complementariedad de la noche y el día,  es un dejarse guiar por las direcciones espirales a las que esta interacción nos dirige, con la convicción de que en el círculo todo es retorno y que en la máxima dureza de las cosas, corresponde aplicar la máxima suavidad de respuesta; solo así se mantienen las aguas en su sitio y solo así podemos trascender el plano de existencia que nos llevará a explorar nuevos territorios espirituales.


En esta formación continua, el orden queda configurado por los altibajos del tiempo y del espacio, por las características de los tiempos que corren y de los objetivos ordenados que debemos abordar. Siempre en la dirección que señalábamos al comienzo, siempre subiendo con una mirada de 360 grados hacia fuera y hacia el interior, estableciendo la pulsación natural que nos corresponde como vida, como existencia y como almas coexistentes. Un reto lleno de desafíos y esfuerzos que merece la pena explorar.


Para ello hablaremos de muchos aspectos de la cultura marcial y de la vida en general, aceptando la realidad y sus contrariedades sin adornos. Beberemos de lo que la historia contrastada nos propone, no para perdernos en un corpus de imágenes sin sentido, sino para inspirar el contenido subyacente de nuestros pasos hacia la integración personal del conjunto artístico que estudiamos, practicamos y vivimos. 


Experiencia personal, práctica, inventiva, conocimiento, planes, propuestas y un largo etcétera de ventanas que abrir para que corra el aire del conocimiento, de la realidad de lo que es la marcialidad como fenómeno de crecimiento y desarrollo humano; una gran corriente para que los susurros del pasado resuenen como un eco coherente en los valles del presente, valles llenos de montañas que parecen imposibles de escalar, pero que se disuelven cuando nuestros oídos nos muestran la realidad que escondían los sonidos que percibimos.


No todo es ruido ni todo es vacío. El alma de la práctica es percibir la tensión y desarrollar la forma de gestionarla, de esto va esta propuesta que hemos llamado The Hung Dao.

Un variado conjunto de hilos conductores para que las resonancias individuales de cada uno encuentren su entorno natural más fértil, su vibración más oportuna en un mar de singularidades. No se trata solo de exponer y aprender un arte marcial, se trata de reunir los elementos que definen todos los matices que convierten la práctica en una forma de vida, en una herramienta de fuerza y equilibrio para las complejidades naturales del existir.

The Hung Dao será el trasfondo de lo que hacemos en términos culturales, espirituales y materiales. Un punto al que acudir para consolidar nuestro eje personal en cada momento desde cada propuesta, en cada texto, en cualquier vídeo, charla, reflexión o en cada sesión de entrenamiento que desarrollamos en la escuela. Todo lo que hacemos tiene el único objetivo de aportar solidez y equilibrio a la vida. Las artes y nuestro estilo marcial pueden ser el motor de un cambio interno profundo al que todos los que nos siguen están invitados. 


Si todo esto te resuena, ya formas parte de la idea.

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